Poesía cada día

    30 abr 2024 / 09:27 H.
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    Paseando por las aceras de lo cotidiano entre colores de un seco Abril que floreció por el lluvioso Marzo siente uno ese cansancio que devanea entre la astenia y la alergia de una primavera siempre poética. Se va extinguiendo el perfume del azahar y por oriente la paloma de Alberti se vuelve a equivocar amenazada por el arma destructiva de la obstinación humana en la guerra que sabe bien donde anidar. Mientras, por los campos de Jaén no corre ese tren de Machado por brillantes rieles ni devora matorrales, alcaceles, terraplenes ni pedregales seguramente por el veneno de esa cobra que retuerce Madrid para que el ave perdida del ferrocarril vire por Córdoba. Solo me queda a mí, romántico empedernido, el consuelo de ese Bécquer de mi alma y sus oscuras golondrinas que siguen anidando en los aleros de memorias de la infancia. Las veo en sus últimas acrobacias del ocaso y se repite la historia de antaño cuando le explico a mi hija la vieja leyenda del no matarlas por dejar que al sufriente marginado de cada día le quiten de su sien la dolorosa corona de espinas. Llego al final de mi paseo vespertino entre campos de un verde desvaído y le pregunto a la gota de sangre florecida que me acompaña como decía Juan Ramón del trigo: Amapolita, amapola, ¿te quieres casar conmigo?

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