Servicios sociales low cost

23 feb 2024 / 09:04 H.
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No se dejen engañar, las políticas neoliberales dan para lo que dan, y es falso cualquier intento para convencernos de que las cosas van mejor si se hallan en manos privadas. Un engaño. Un timo. Un negocio. En el fondo siempre hay un negocio detrás de cualquier trama, detrás de cualquier discurso. Veamos por ejemplo lo que está pasando en el Madrid de Ayuso y Almeida, los cuales son ambos del PP, pero parecen de partidos distintos en esto de los ancianos que mueren desasistidos en las residencias, tanto de aquellos de la pandemia como los de ahora. Almeida le echa la pelota a Ayuso y viceversa, pero en Madrid surgieron estas problemáticas —se acordarán ustedes del tamayazo— hace mucho, ya que fue la primera Comunidad Autónoma donde comenzó a desmantelarse la sanidad pública y, en general, los servicios públicos. Esperanza Aguirre llevó a cabo nefastamente ese desatino, y la incultura y la ignorancia de los que la votaron, así como a sus sucesores, hicieron el resto. ¿No saben lo que votan en Madrid? ¿Son unos paletos los de la capital, allí precisamente que se las dan de gran urbe, y que en teoría son el epicentro de lo que pasa en España? En lo que sucede en la Villa no todo resuena al 2 de mayo, lamentablemente. Estamos asistiendo a noticias horripilantes día sí y día también, en especial en la sanidad, que reducen a lo mínimo, tan a lo mínimo, que a veces casi ni se nota que existe. Pongamos por caso la atención primaria, las llamadas de emergencia y otros mil recursos que el Estado del Bienestar potenció y que aquí, en esta nación, pillamos y disfrutamos de refilón a finales de los 80, lo justo para que nos lo pasaran por delante de las narices para olerlo, y luego quitárnoslo. En los 90 curiosamente no soplaron vientos que digamos muy sociales, y con el colapso y la posterior desmantelación de la Unión Soviética el bloque occidental no sintió más necesidad de presionar con prebendas, mostrando lo bien que aquí se vivía. A partir de los 90 comenzó la debacle, pero la gente no se daba cuenta. Hoy recortan de aquí, mañana de allá, al otro día de otro sitio... hasta que llegó el colmo de los colmos, una pandemia que adelgazó, tras su paso devastador, todas las estructuras sociales y públicas habidas y por haber. Quedará quien diga que todavía hay cosas por vender, como Milei, que ni vendiendo varias veces Argentina podrá levantar el país, pero lo cierto es que el panorama pinta muy mal, muy muy mal. La gente se muere en sus casas o en los pasillos de los hospitales. La gente sufre listas de espera interminables, y no llega. La gente se las ve canutas para pagarse las medicinas. La gente padece las consecuencias de un sistema neoliberal salvaje, inhumano y cruel. El low cost no es una ganga, ni una ventaja, sino un modelo de negocio de reducción de costes que desmantela comodidades y ayudas. Se nos vende como algo que agiliza, pero en realidad es una herramienta que abarata costes y ofrece menos calidad. Te despiden sin prestaciones. Te tratan con la punta del pie. Contrata a profesionales por menos dinero del que se merecen... Que nunca va a competir con los sistemas públicos, las garantías y la seguridad. Eso es el low cost. Ni siquiera son rebajas, sino un mercadillo de segunda mano, todo polvoriento y mohoso, todo viejuno y en mal estado, que te cobran como si fuera nuevo. Una estafa. Un fraude.

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