Semana Santa

    27 mar 2024 / 08:40 H.
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    No me mueve el hilo efímero y quebradizo del fanatismo, porque éste no conduce a nada provechoso. Me da la risa tonta cuando oigo que su pueblo es lo mejor del mundo. Sin embargo, he de decir que nuestra Semana Santa no tiene parangón posible. Es sencilla, modesta y sin lujos de pomposos artilugios, como fue la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Nuestros tronos se pasean por las calles de Jaén, haciendo honor a nuestra forma de ser. Tambor, trompeta y largas filas de nazarenos sostienen en una mano la vela de Andújar para rendir homenaje y tributo a las numerosas cofradías e imágenes jaeneras, que ya digo otra vez son sencillas y modestas, por cierto que todo el año están trabajando para que no falte el más mínimo detalle. Marchas fúnebres como “La Amargura” del maestro Tejera y el himno de Nuestro Padre Jesús Nazareno de nuestro inolvidable Emilio Cebrián, nos embargará el corazón, tan sensible a los sentimientos espirituales. La primavera acaba de entrar triunfante en este Jaén de olivos retorcidos como los que había en el Huerto Bíblico, a dónde acudía Jesús a conversar con el Padre de lo que acontecía en la Tierra, basada en el insulto, el rencor y el odio. Disfruto como un niño que estrena zapatos nuevos, viendo nuestras preclaras e insignes imágenes, talladas a golpe de amor y sacrificio.

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