Sé que no sé

28 ene 2024 / 10:19 H.
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Sé que no sé es intrínseco a mi persona y a la filosofía. No valorarla supone asumir una gran carga de desconocimiento y ahora me veo en la necesidad de defenderla por los ataques que recibe. Lo primero que tengo que preguntarme es el beneficio que aporta la filosofía, la respuesta es sencilla, nos ayuda a ser gente formada que no comete la torpeza de esperar lo peor para su salud mental y porque trasluce un modo de pensar nada dogmático que permite sortear la falta de argumentos. Elude cualquier emoción y, por ende, nos aproxima a una forma abierta de convivir con ideas diversas y, en consecuencia, con la compleja sociedad en la que vivimos. Puedo cuestionarla y no creerme ni una palabra de lo que enseña, hasta puedo concluir que sé que no sé nada, y que mi catadura moral es dudosa, pero ya es tarde, porque en su día, me enseñó algo que a mi edad he tenido a bien guardar en la memoria como una perla socrática: “Solamente sé que no sé nada”. Comprendí que el mundo ya no sería lo que parece ser desde que descubrí cómo era ese mundo a través de la historia de la filosofía de Jûrgen Habermas. Fue atrayente el regalo que me hice cuando inicié el camino de la filosofía porque la vida se volvió menos reiterativa y previsible, me sirvió para alejarme del lenguaje hiperbólico, mezquino y de las teorías disfrazadas de verdad absoluta. En cada siguiente fase, parecía que sintiera la filosofía en todas partes, en cualquier espacio de debate público o reflexión propia que se preguntara por la verdad que encierran todas las disciplinas del saber. En realidad, me resultó fácil aplicar la filosofía al estremecimiento anímico de gente que no sabía qué decir ante una crisis de identidad en la que no veía lo que quería ver sino lo que le habían dicho que viera. Determinar conceptos como el qué o el por qué en contextos como el filosófico, cuesta, si no se dirime con argumentos y las razones que sustentan las diferentes corrientes filosóficas, que resultan cruciales para avanzar en el desarrollo de una personalidad propia no impuesta por la polarización ideológica que, por ejemplo, nos meten a presión en la cabeza. Qué es lo verdaderamente relevante para vivir en conciencia y según nuestro personal punto de vista, en el caso de que éste, estuviese preparado para emitir un juicio no distorsionado de nuestros deseos.

Asumí la filosofía en el instante que se adelantó a esos deseos y empezó a articular todos y cada uno de los pensamientos que acudían a mi conciencia. Ese parecer dista del papel preferencial que Educación desea otorgarle, pues hay leyes que no parecen que quieran incorporarla al desarrollo curricular de los jóvenes. Los jóvenes necesitan la filosofía para enfrentarse a la falta de respuestas, o para adquirir la capacidad de entender lo que se lee. Sé que el imperativo categórico de la ética Kantiana (comportamiento autónomo) es un fin en sí mismo y hoy día no está de moda en esta sociedad uniformada que no cuestiona una homogeneidad que sirve para ir contra teorías que son las que nos atrae de la filosofía porque, escojamos el camino que escojamos, al final entramos en el terreno filosófico de la responsabilidad que rechaza lo uniforme y el modo que tiene de condicionar y entender el significado de lo que realmente somos.

El mantenimiento eficiente de la filosofía, implica solo a quien piensa que no debería decaer como materia formativa.

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