Oradores y moradores

    17 abr 2024 / 09:33 H.
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    He de confesar que siempre me han magnetizado aquellos oradores que esgrimen la palabra y su música, con el ornamento preciso y la contundencia necesaria, esa labia embaucadora, envolvente y cegadora. Envidio y admiro tanto al reposado dicente que embelesa y convence con su verbo tranquilo pero incisivo, como al predicador apasionado que llevado por sus vehemencias sabiamente encauzadas, nos conmueve, nos inquieta, nos muestra algún camino desconocido. Y, en la misma medida, detesto el tono y el lenguaje mitinero, las arengas militares, los alardes bravucones de la patria y las sentencias de púlpito. No estoy hablando de ideas, ni de creencias, sino de cómo y de qué forma pueden transmitirse. Ya sabemos que vencer no es convencer, como conocemos que la plata esculpe héroes con los pies de barro. Entonces cabe preguntarse, si a este Jaén donde moramos no le faltan oradores de fe decidida en el tesoro que guarda esta tierra y có-mo la predican. Recordemos aquella leyenda urbana en la que un osado y elocuente timador vendió “nuestra Catedral” por un puñado de dólares a un ingenuo forastero. Quizás esta sea una solución.

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