Nada hemos aprendido

Pasado mañana se cumplirán veinte años del atentado terrorista más terrible y sangriento que ha sufrido España. Desde la distancia que impone el paso del tiempo y la memoria de quienes fueron asesinados en la mañana del jueves más triste de nuestra historia reciente, miramos atrás con rabia por las graves mentiras y la despiadada cara dura que el gobierno de Aznar mostró en aquellos días de luto. Y abrimos los ojos hoy con vergüenza por el grado de segunda categoría de víctimas del terrorismo en donde los mentirosos enmarcan a las víctimas del 11M. De aquel impactante suceso y la intencionada contaminación de los hechos por parte del partido popular, más la derrota de Rajoy, nació aquello de “gobierno ilegítimo”, mantra que repiten cuando tras unas elecciones generales no consiguen gobernar. Quizá la lección más importante que nos queda por aprender, a pesar de toda la tristeza con la que recordamos cada once de marzo, está escrita en el mismo idioma que escriben los muertos de todos los conflictos bélicos, políticos o religiosos. Víctimas al fin y al cabo de este mundo hostil y violento que con destino incierto gira, y en donde provisionalmente vivimos.