La puta base

03 ene 2024 / 10:05 H.
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Tiene gracia que, por culpa de la puta banalidad, lo que se promete no se tome en serio. En el fondo de la conciencia de este mundo de emociones encontradas, donde cohabita junto a lo inventado, lo irreal, pasean con aparente tranquilidad ciudadanos que se reconocen aplastados por la realidad. Su imagen, en cambio, sigue llena de coraje y valor para enfrentarse a los problemas del día a día. Asocio esta imagen a personajes que caminan rodeados de un altivo silencio, porque hay cosas que le hacen vivir ajenos a las vicisitudes que acontecen en su propia ciudad. Sé de una ciudadana ejemplar que lo tenía claro porque si la realidad no coincidía con sus deseos, dice que peor para ella si no era capaz de cambiarla. Esa ciudadana, anónima junto a otros personajes intachables decidieron, cada vez que la ocasión lo requería, apoyarse en las redes sociales para sacudir las conciencias de esos dirigentes a los que no parecía afectarle el eco de los problemas de la ciudad que tenían que gestionar. Con total normalidad alardean de unos méritos adquiridos en la tangente de una geometría imperfecta ubicada cerca de la dimensión cero. Hay ciudadanos que conocen los puntos débiles de su ciudad porque cuando detectan deficiencias importantes, las elevan a cuestiones relevantes a través de las redes sociales, pero eso no quita para que los problemas malvivan en el fondo de la propia inacción política que sola se deslegitima. Un problema como el Museo Íbero cotiza a la baja, como el mínimo valor de un programa económico y urbanístico que aprueba unos presupuestos que quedaron hechos añicos por culpa de ese dios financiero de las urbes malditas. Ciudades al servicio de un dios único que emite prerrogativas no escritas que sin embargo dictan reglas imperiosas que confluyen en un cierto ideal globalizado de dejadez (200000 euros para la museografía del Museo Íbero cuando se han cumplido seis años de la inauguración del edificio por el rey Felipe VI y sigue esperando la colección permanente y formar parte de la red nacional).

La puta base vive al margen de este marasmo hediondo pero admite que puede ser vencida y aplastada en esta batalla desigual. Bonito, verdad, que un ramillete de hombres fuertes del universo urbano escriba la historia de la puta base a pesar de lo alejada que está del núcleo gravitacional donde se dirimen las soluciones que no tienen fecha de cierre (tranvía esperando doce años). Para acabar con la tensión soterrada de una ciudad que no respeta el ideal colectivo a pesar de esgrimir acciones pacíficas y nobles, hace falta desmontar el déficit de empatía entre unos ciudadanos de uno y otro bando y ambos gobernados por parámetros de una gestión imposible de mejorar y que envuelve a la ciudad en una atmósfera de verdadera alarma social. Qué bella cualidad la de la puta base que admira, desde su pobre condición marginal, el trabajo concienzudo, lo hermoso y armonioso, la elegancia y la habilidad intelectual de ese orador que está por llegar para poner en su sitio a los dioses menores de las ciudades endeudadas o prácticamente intervenidas y cuyo lenguaje de encriptado significado, resulta tan opuesto a la forma simple de expresarse de la puta base que aún hoy mantiene en cartel la misma representación. La constancia es un rasgo de este colaborador que seguirá pidiendo para esta ciudad aquello que se prometió y le corresponde por derecho propio.

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