Huele mal

    14 abr 2024 / 09:49 H.
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    Como un reguero de pólvora se va extendiendo la guerra por el mundo. Quienes no hemos vivido de manera directa un conflicto bélico tenemos ahora la oportunidad, desgraciadamente, de sufrirlo. Y no hay más que leer la prensa para darse cuenta de la gravísima situación que nos envuelve. Los más pesimistas se permiten el lujo de hacer comparativas entre países contando sus tanques, sus soldados, sus barcos, sus aviones, sus fuerzas nucleares. No cuentan o no saben calcular el coste en vidas de la pelea. Tal parece que la aventen con tal de decir en el futuro que ellos la habían avisado. Que la tenían prevista en sus afamados cálculos geopolíticos. Y no pasa nada porque equivocarse está legitimado con tan solo decir que la opinión ha cambiado. Son tantos los factores a tener en cuenta que todas las opiniones son acertadas. Ocurre igual con los optimistas. Son quienes esconden el peligro detrás de una bonita diplomacia negociadora. Con sus quince idiomas y su elegancia y saber estar, aderezado con un dorado Ferrero Rocher, nos dirán que fueron ellos los que nos salvaron de la bomba de Irán, o de la de Israel, o de la nuestra si es que la tuviéramos. Que más da. Al fin y al cabo pierda quien pierda, los que acierten serán amnistiados por la historia escrita por... nadie. Nadie podrá decir que ganó ninguna guerra, y eso si es que queda alguien para perderla o ganarla.

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