Hagan sus apuestas

    04 mar 2024 / 09:40 H.
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    Si hablamos de política, estamos refiriéndonos de forma directa o indirecta a una servidumbre voluntaria, de la cual Étienne de La Boétie sentó las bases hace siglos, mostrándonos que no puede haber libertad en un poder vertical. Las personas merecemos libertad no por ser iguales, si no por ser diferentes y compañeros; aunque el problema reside en que el poder ejecutivo conserva cierto carácter divino, como si el Absolutismo hubiese mutado y fuésemos siervos, no de la inactividad, si no de la posibilidad agotadora de poder hacerlo todo y no poder conseguir nada. Si eres nombrado, corres el riesgo de pensar que gozas de cierta inmunidad que no se da entre ciudadanos iguales. ¿Por qué consentimos que los demás tengan el látigo? Porque pensamos que mañana puede estar en nuestras manos, y es que si el futuro está más allá de los márgenes del esfuerzo, la ruleta del poder nos puede favorecer por probabilidad o por suerte en algún momento. El existencialismo nos enseña que estamos condenados a ser libres, seres de posibilidades que se deben hacer cargo de sus actos pero, tal y como escribió Alan Moore, ¿quién vigila a los vigilantes?

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