Ferrer Lerín

    14 abr 2024 / 09:40 H.
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    Hay pájaros y pájaras cuya belleza estriba en su contemplación lejana, apreciando el movimiento aéreo que caracteriza su alto dominio de la cadena trófica. Majestad de los cielos que, en la distancia corta, podría sin embargo resultar funesta, en tanto un pequeño descuido de mal cetrero daría con los ojos del curioso en la insaciable cuenta de su instinto rapaz. De esto sabe el poeta y ornitólogo Francisco Ferrer Lerín, cuya obra relacionada con el arte casual se exhibe estos días en la Biblioteca Pública Provincial. Hábil y mordaz como acostumbra, he de confesar que siempre lo consideré un tratante de manzanas sacado de alguna de las alegorías que esconde la joya onírica más famosa de El Bosco. El pasado jueves no nos defraudó en la mesa redonda programada a propósito del evento. Molina Damiani estuvo por cierto torerísimo, gustándose en la muleta. Tuve que largarme a la francesa a la hora en que las carrozas se convierten en calabazas para salir a tiempo de la ciudad que amamos, por aquello de que la ficción es el mejor artificio del recuerdo y la primavera ya nos confunde sutilmente, como ciertos alcoholes que advierten a veces en nuestro pecho, ay, el duro corazón de los cangrejos.

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