Extrañas en un tren

    27 abr 2024 / 09:37 H.
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    Subo al tren, busco mi asiento y echo un vistazo a mi alrededor, la mayoría de la gente, que ya está acomodada, mira su teléfono móvil y lleva auriculares. Me encuentro sola entre tantas personas. La mujer que hay junto a mí es algo mayor que yo, tiene un rostro agradable y llama mi atención el libro que reposa en su mesita plegable. Está boca abajo, no puedo ver el título y eso me pone nerviosa. Me gustaría saber cuáles son sus gustos de lectura, entablar una conversación con ella, pero temo invadir su espacio personal. Me refugio en mi propio móvil por un tiempo y me aburro, no me apetece leer, quiero hablar. Aprovecho justo el momento en que deja el teléfono y coge el libro para preguntarle por el título. Y estalla la conversación. Le digo que soy escritora, ella viene de Sant Jordi, en Barcelona; me cuenta que es jurado de un premio literario y yo que he estado en Madrid viviendo intensamente el teatro. No podemos dejar de hablar, pero ya es tarde, nos aproximamos a la estación y el tren se detiene. Al quedarme sola, no puedo sino pensar en la cantidad de conversaciones agradables e interesantes que desperdiciamos a lo largo de nuestra vida, a veces por miedo a ser consideradas unas pesadas; otras, simplemente, por desgana.

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