El dato mata el relato

    09 ene 2024 / 09:31 H.
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    La Real Academia Española define “relato”, en su tercera acepción, como la “reconstrucción discursiva de ciertos acontecimientos interpretados en favor de una ideología o de un movimiento político”. Frente al relato interesado y claramente subjetivo se habrá de oponer el dato objetivo que sitúe la realidad en sus justos términos. En suma, se trata de distinguir entre información y opinión. Suele ser habitual, en este contexto, traer a colación aquel chascarrillo —anécdota ligera o frase de sentido equívoco— de que “las personas y los grupos sociales somos sujetos y, consecuentemente, siempre somos subjetivos, puesto que de no serlo no seríamos objetivos, sino simples objetos”. Cuando en estos últimos tiempos —aunque siempre ha sido así— oímos, leemos o vemos los relatos de la actualidad, en la inmensa mayoría de los casos se trata de opinión y no de información, mostrándonos un relato interpretado según la ideología de quien lo manifiesta; en definitiva, se nos traslada una visión interesada de los acontecimientos políticos, económicos o sociales del momento.

    Centrándonos en la economía, que es de lo único que se atreve a escribir este columnista, durante estos últimos meses venimos sufriendo un gran bombardeo de relatos sobre la precariedad de la economía española y su debilidad para afrontar las diferentes crisis que se vienen sucediendo. Se nos trata de convencer de la inminente bancarrota de las finanzas públicas, con un déficit desbocado y una deuda pública absolutamente inasumible, todo ello provocado por el despilfarro de los responsables políticos que ejercen el poder en la actualidad. Se insiste en la baja productividad de nuestro sistema productivo y en la descendente competitividad de la economía nacional. Se pretende que asumamos como cierto el creciente desprestigio de España en los ámbitos internacionales y la decadencia y deterioro de la “Marca España”. Se acusa al poder ejecutivo de no conseguir controlar la inflación. Se magnifica que la subida del euribor de las hipotecas impedirá a las familias hacer frente a sus deudas, con el consiguiente peligro de embargo. Se imputa a una mala gestión del gobierno la subida del precio de la electricidad. Se critica la reforma laboral, la subida del Salario Mínimo Interprofesional y del Ingreso Mínimo Vital. En suma, para algunos grupos políticos, así como para sus medios de comunicación afines y expertos de idéntica ideología, todo va mal y en el futuro seguirá empeorando.

    Frente al relato podemos y debemos oponer el dato, aunque algunos piensen que se manipula la información del Instituto Nacional de Estadística, del Fondo Monetario Internacional, de la OCDE o de la Unión Europea (Eurostat). Veamos algunos datos. España ha experimentado en 2023 un crecimiento del PIB del 2,4 por 100, frente al 0,6 de la Eurozona, el 1,0 de Francia, el 0,7 de Italia o el -0,3 de Alemania, según datos de la Comisión Europea. La EPA del tercer trimestre situaba el número de ocupados en 21.265.900, cifra de empleo nunca antes alcanzada, siendo las afiliaciones a la Seguridad Social las más altas de la historia. En el sector turístico, el número de visitantes extranjeros ha llegado en noviembre a los 79,8 millones (18,2 por 100 de incremento respecto al año anterior), los cuales gastaron más de 100.000 millones de euros, esperándose que se cierre 2023 con una cifra récord de 86 millones de turistas extranjeros. Según la Encuesta de Perspectivas Empresariales 2024, elaborada por la Cámara de Comercio de España, la exportación será un factor diferencial que hará que las empresas españolas crezcan más que el resto de las europeas durante el próximo año. Asimismo, una muestra indicativa del nivel de confianza es que el IBEX-35 de la bolsa española haya alcanzado la cota de los 10.000 puntos. En 2024 se seguirá controlando la inflación y los tipos de interés iniciarán su desescalada.

    No, no creo en absoluto que las grandes cifras de la economía española nos muestren un escenario desolador, tal y como pretenden algunos. Claro, igual yo también soy subjetivo. No me cabe duda, pero “el dato mata el relato”.

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