Duros a cuatro pesetas

    16 abr 2024 / 09:35 H.
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    A finales de marzo conocimos la existencia de un tal Sam Bankman-Fried (32 años), a la sazón cerebro de la plataforma de criptomonedas FTX, con sede en las Bahamas y constituida en Antigua y Barbuda, emplazamientos que seguro les suenan como paraísos fiscales. Pues bien, el hábil financiero Sam ha sido condenado a 25 años de cárcel por su responsabilidad en la quiebra de la compañía FTX y por el robo de 8.000 millones de dólares a sus clientes. Según los fiscales del caso, Bankman llegó a dirigir la firma “como quien juega al Monopoly”. En efecto, el joven financiero engañó a todo el mundo, ya que mintió a los inversores que apostaron por entrar en su compañía, a los prestamistas que le inyectaron dinero y a los clientes que operaron en su plataforma de intercambio de criptomonedas. Cuando leí la noticia sobre el tema enseguida acudieron a mi memoria el Esquema Ponzi, la estafa piramidal, Fórum Filatélico, Bernard Madoff, doña Branca “La banquera del pueblo”, así como algún otro caso más de estafadores famosos.

    Empecemos por el Esquema Ponzi, estafa que llevó a cabo un tal Carlo Ponzi en los años 20 del siglo pasado en Estados Unidos. Se trataba de una estafa piramidal que atraía a inversores pagándole rendimientos y/o intereses con los fondos de otros más recientes. El estafador hacía creer a las víctimas que las ganancias provenían de actividades empresariales, comerciales y financieras legítimas, desconociendo que las aportaciones de otros inversores eran la fuente de los fondos con los que se les retribuía. El negocio se mantuvo mientras que nuevos “incautos” contribuían con más fondos, así como con el requisito de que los mismos no exigieran el reembolso total de sus aportaciones. La pirámide se cayó, cual “castillo de naipes”, cuando surgieron rumores sobre la falsedad de las actividades empresariales, no se pudo hacer frente al reembolso de los inversores que lo solicitaron y hubo denuncias mediáticas.

    Otro caso famoso de este tipo de estafas fue en los años 80 del siglo XX, cuando doña María Branca Dos Santos “La banquera del pueblo” de Portugal (79 años) fue condenada a 10 de cárcel por haber creado un imperio financiero fraudulento, desmantelado en 1984. Doña Branca llegó a pagar un tipo de interés mensual del 10 por 100 a los miles de personas que le prestaron sus ahorros. Obviamente, la “doña” empezó pagando puntualmente, cada mes, el 10 por 100 prometido sobre los pequeños capitales prestados, claro está, con las nuevas aportaciones que iba consiguiendo, hasta que la burbuja estalló y la banquera terminó encarcelada.

    Quizás el mayor caso de estafa conocido hasta ahora fue el del financiero Bernard Madoff, que fue presidente de la bolsa de valores Nasdaq de USA y de la firma que llevaba su nombre, inversionista bursátil, asesor financiero y estafador. Madoff fue detenido en diciembre de 2008, acusado de una estafa piramidal que causó pérdidas a sus clientes por un importe superior a los 50.000 millones de dólares. El sistema era el habitual, un Esquema de Ponzi, una estafa piramidal mediante la que los usuarios percibían elevados rendimientos financieros gracias a la entrada de nuevos inversores. Fue condenado a cadena perpetua y murió en la cárcel en 2021.

    En el terreno patrio también tenemos nuestros casos, tal y como fue el Fórum Filatélico, que prometía rentabilidades fijas, no dependientes de la evolución del mercado, y superiores a las de las inversiones tradicionales, alegando la supuesta revalorización de los sellos en los que afirmaba que invertía el dinero de sus clientes. Una estafa piramidal que llegó a embaucar a 296.000 incautos. En junio de 2018 fueron condenados 20 acusados a penas de 12 años de cárcel por estafa, insolvencia punible, falseamiento de cuentas y blanqueo de capitales.

    No queda espacio para más, aunque sí para recordar lo que me decía mi padre: “Antonio, nadie vende duros a cuatro pesetas”, evocando la broma de Santiago Rusiñol, que decidió vender auténticos duros a cuatro pesetas con el fin de demostrar la desconfianza de sus contemporáneos, ya que nadie le creyó al pensar que era una estafa.

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