La primera acometida, con 35 bomberos forestales, fue clave para que no ardieran miles de hectáreas en Coto Ríos

Cinco retenes trabajaron de noche a destajo, tras subir a pie a la zona del incendio con más de una hora de camino, para abrir líneas de defensa en un terreno casi inaccesible

30 sep 2022 / 19:10 H.
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La tormenta descargaba, por la tarde, sobre el paraje de La Hortichuela, en Coto Ríos. Con toda probabilidad, un rayó prendió el fuego entre los pinos. Los bomberos forestales del Cedefo —Centro de defensa Forestal— de Cazorla son de la zona, la conocen bien, la siente suya y, además, están acostumbrados a atacar el fuego de noche. De no ser por la rápida intervención de 35 hombres, organizados en cinco retenes de siete cada uno la tarde y noche del domingo 11 de septiembre, más la madrugada del lunes en un lugar prácticamente inaccesible y tras una caminata de algo más de una hora, el incendio de Coto Ríos hubiera quemado miles de hectáreas. Oficialmente, el Infoca estimó en su cuenta de Twitter el 23 de septiembre, viernes, cuando dio por extinguido el incendio, 95,5 hectáreas calcinadas, aunque anteriormente habían estimado en el mismo soporte unas 125 de forma provisional.

“La zona es de difícil acceso, sin carretera, con sendas que estaban en mal estado y con mucha vegetación. El acceso a pie también es complicado y caminamos entre una hora y una hora y cuarto”. Lo relata Domingo Díaz Jumilla, un bombero forestal del Cedefo de Cazorla, con 30 de sus 51 años de servicio. Un veterano curtido que sabe, como sus compañeros, lo que hay que hacer y lo que se juegan. También las consecuencias para la población si esos montes se queman. “Seguramente se hubieran quemado miles de hectáreas si no se interviene con rapidez. El lugar es peligroso y le tenemos mucho respeto. Suerte que conocemos la zona y sabemos lo que es entrar de noche a atacar le fuego. Actuamos de esa manera, como si esto fuera nuestro, arriesgando más de la cuenta”, explica Domingo. “Si no hubiera sido así, y con todo lo que después se hizo, gran parte del valle estaría quemado”, apostillo.

Domingo Díaz Jumilla: “El lugar es peligroso y le tenemos mucho respeto. Suerte que conocemos la zona y sabemos lo que es entrar de noche y atacar le fuego”

Aquella tarde subieron en sus vehículos hasta la zona conocida como La Zarza. Serían las 19:00 horas. Equipados, iniciaron la larga caminata hasta la línea del fuego, más de una hora por terreno hostil. Baste decir que sólo las botas que calzan pesan tres kilos. Se les hizo de noche. Atacaron el fuego con una primera línea de defensa, abriendo una franja de metro o metro y medio, limpiando y desbrozando para impedir el avance de las llamas. Dos retenes lo hicieron por la parte alta del incendio, en la zona de Las Villas; otros tres retenes en la parte baja, en lugares conocidos como La Hoya y Miguel Barba. Ayudó que el viento se fue calmando, pero no pudieron perimetrar toda la superficie. Tuvieron que llegar los refuerzos al día siguiente para trazar casi toda la línea de defensa, limpiar bien, quitar vegetación y maleza, mientras los medios aéreos soltaban agua. Después, sólo les quedaba esperar, ni más ni menos, a que el fuego acabara con todo el combustible para estabilizar, controlar, rematar y extinguir. La vigilancia es esencial. “Tuvimos una reproducción en la zona de La Zarza, por debajo de un lugar llamado El Blanquillo, y la atacamos rápidamente; en unas dos horas estaba controlada”, precisa. La vigilancia fue constante y esforzada. Subían y bajaban a los retenes los helicópteros. Así hasta que después de doce días de trabajo se dio por extinguido. Habían trabajado 100 bomberos forestales, más los técnicos de operaciones y medio ambiente, una unidad de meteorología, otra médica y más de una docena de medios aéreos. ¿Cómo puede aterrizar un helicóptero en una zona tan inaccesible? “Hay algunos sitios, pero quitamos pinos en varios lugares estratégicos para que pudieran hacerlo, justos, pero lo hicieron”, responde Domingo.

<i>Detalle de la zona del incendio. </i>
Detalle de la zona del incendio.

“Trabajamos siempre con vías de escape y de seguridad, por si hay que salir corriendo si la cosa se pone fea, porque los incendios son inestables y todo puede cambiar en unos instantes, pero aquella noche —se refiere a la primera— el viento se serenó, aunque la dificultad venía del terreno. Hubo zonas en las que no pudimos entrar por lo peligroso que era y tuvimos que hacer retranca por la parte baja para establecer la línea de defensa”, responde cuando se le pregunta si hubo momentos críticos para la integridad física de los retenes. Termina la conversación este viernes por la tarde y continúa su turno de trabajo. El periodista pide confirmación sobre el peso de las botas del bombero forestal. “Sí, sí, unos tres kilos”, corrobora sonriendo.

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