La corrida se anula en el hotel

Los toreros acordaron la suspensión ante la lluvia caída y las malas previsiones

09 sep 2018 / 11:42 H.

La Virgen de la Fuensanta no había salido en procesión por las calles de Villanueva del Arzobispo, por lo que todo apuntaba que tampoco saldrían los seis toros de Sancho Dávila de los toriles de la plaza. En cambio, por la mañana, las cuadrillas sortearon con total normalidad después de hacer los lotes. Los astados entraron a los chiqueros y las taquillas permanecieron abiertas. La hora de la siesta no ayudó. En Las Villas no paró de llover desde las once de la mañana. No eran diluvios, pero las nubes mojaban a quien se despistara. Además, los teléfonos móviles avisaban a los taurinos de que iba a ser un festejo “pasado por agua”. Precisamente, esto hizo que muchos aficionados de la provincia disiparan sus ganas de ir a los toros bajo el pretexto de que había que viajar a Villanueva y, tal vez, se podría suspender o que, si la corrida finalmente, se daba, acabarían como una sopa.

Pese a que el festejo estaba previsto que empezara a las seis, la hora clave, una vez más, fue la más taurina por excelencia. A las cinco de la tarde las cuadrillas comenzaron a conversar. La plaza estaba chorreando, por lo que pagar para poner el culo en la piedra mojada tenía su mérito. En cambio, el piso de plaza —a simple vista—, no parecía que estuviera tan mal. Otra cosa diferente es cómo evolucionara ante la lluvia prevista y el pataleo de toros y toreros.

Miguel Ángel Perera, López Simón y Ginés Marín eran los diestros anunciados. En cambio, la mayoría de los aficionados ni se enteró que estuvieron en su pueblo. Hubo algunos que sí porque los “cazaron” para hacerse alguna de las fotografías que ya lucen en las redes sociales. Ninguno de los toreros apareció en la Plaza de Villanueva del Arzobispo vestido de luces para comprobar las condiciones del coso. La suspensión no se acordó en la plaza, sino en el Plaza, que es el nombre del hotel en el que estaban alojados los tres. Sí que estuvieron sus representantes media hora antes.

El delegado gubernativo confirma que el acta refleja que ninguno de los tres toreros apareció en la plaza de toros para comprobar las condiciones del coso. A las seis de la tarde, algunos aficionados anunciaban que no habría toros, ya que aseguraban que había visto a Ginés Marín salir del hotel y montarse en un coche.

Mientras tanto, la Agrupación Musical Villanovense espera en el patio de caballos, al igual que algunos aficionados en los tendidos. Los porteros vigilaban las entradas y hasta los carniceros esperaban a ver si los alguacilillos, que estaban subidos en sus caballos, encontraban a las cuadrillas para hacer el paseíllo. En cambio, por allí no apareció nadie. El toreo tiene gran parte de liturgia y ayer se perdió el ritual de que los tres matadores de toros y el presidente de la corrida revisaran las condiciones del ruedo.

A las seis seguía lloviendo. Además, la Aemet señalaba que caería más agua. Si suenan los clarines y los timbales, ya no hay derecho a la devolución de la entrada. Se tienen que lidiar los seis toros o en el momento que los diestros consideren que la plaza no reúne las condiciones mínimas de seguridad, pueden parar el festejo y todo el mundo a casa sin devolución de entrada. De ahí que la empresa Úbeda Toros colocó en las taquillas unos carteles que decían que la corrida estaba suspendida. Y a partir de ese momento se organizó una gran cola de aficionados que canjeaban su localidad por el dinero. Euros frescos para la feria. A las siete, Perera y López Simón salieron del hotel. A este último, los aficionados lo pararon para hacerse unas fotografías. Perera, en cambio, pasó más inadvertido. Cruzó tranquilamente la calle y se subió en un coche que conducía su apoderado, Fernando Cepeda.