Un yacimiento ibero sin parangón

Un labriego halló cuando araba, en torno a 1908, un panteón de 2.300 años

21 nov 2018 / 18:37 H.

Será fruto de la casualidad más que de la causalidad, pero el nombre de José García está relacionado con el descubrimiento de dos de los más importantes yacimientos arqueológicos de la cultura ibera en la provincia de Jaén. José García “El Pernazas” fue el agricultor que descubrió, ya empezado el siglo XX, en el Cerro de la Horca, un promontorio cercano al río Toya, la Cámara Sepulcral de Tugia, en Peal del Becerro.

Ochenta y cuatro años después, otro agricultor, llamado también José García, puso al descubierto, con la reja de su tractor, el que luego —una vez que se tiró del hilo y se sacó el ovillo— fue el importante yacimiento del Cerro del Pajarillo, en Huelma. Curiosidades del destino y de la historia.

En las cercanías de la aldea de Toya, el vecino de Peal de Becerro descubrió, en 1909, unas piedras grandes mientras araba la tierra. Bajo esas grandes losas se hallaba la tumba de un rico aristócrata ibero, tan rico, que antes de morir diseñó y mandó construir su panteón, en piedra de cantería y con vasijas funerarias compradas para la ocasión, unas iberas y otras traídas de Italia o mandadas hacer al más puro estilo de la cerámica griega. El labriego, que trabajaba las tierras de Eugenio Trillo, corrió a darle cuenta del hallazgo a su familia, para entrar en la sepultura y apropiarse de los objetos que permanecían ocultos desde hacía 2.300 años.

Aquel José García buscaba, en un principio, objetos de valor tipo joyas diversas. Pero como tales artilugios eran escasos, llegó a destrozar algunas vasijas, hasta que, en un momento dado, consideró que podían tener algún valor y las fue vendiendo, a bajo precio, a particulares de Peal y de algún pueblo próximo y a anticuarios de Granada. En la exposición del Museo Ibero de Jaén hay una relación de los nombres de aquellos compradores, lo que permitió, posteriormente, recuperar algunas de las piezas, como las que se muestran en la vitrina de la exposición.

La Cámara Sepulcral de Toya, del siglo IV antes de nuestra era, es el mejor ejemplo de la arquitectura funeraria ibérica existente. Este hallazgo colocó a Peal del Becerro en el universo de esta cultura de la piel de toro anterior a la romana y coetánea de la cartaginesa y de la etrusca.

Fue declarada Monumento Artístico Histórico en 1918, por lo que se cumple este año un siglo de aquel acontecimiento. La estudiaron, entre otros, Joaquín Ruiz Jiménez (padre) y Juan de Mata Carriazo, entre otros investigadores. Pero resulta de especial interés el titulado “El sepulcro de Toya”, de Juan Cabré, publicado en “Archivo Español de Arte y Arqueología”, en 1925. A esta cámara funeraria se accede por una rampa en curva. Es un cubo de unos cinco metros de lado. Está dividida en tres naves, una central y dos laterales, que se subdividen en otros dos ámbitos cada una. Las urnas para las cenizas del difunto o difuntos y otras piezas de cerámica conformaban el ajuar. Las piedras calizas fueron, según se ha publicado, traídas de una cantera de detrás del cerro del Castillo de Toya. Están colocadas una sobre otra sin que se usara ningún tipo de argamasa o cemento, montadas en seco. La cámara no tiene decoración alguna, salvo la moldura de la cornisa que corre por lo alto de algunas paredes.

Entre los objetos encontrados había una figura de cuadrúpedo de piedra caliza, conocido como la “Bicha de Toya”, que se expone en el Museo Arqueológico Nacional, en muy buen estado. Esta figura puede verse también en el vídeo que ilustra la exposición del Museo Ibero. También se hallaron varias cajas de piedra caliza para guardar cenizas; una crátera griega, importada del sur de Italia, con figuras rojas sobre fondo negro que representa al dios Baco, desnudo, al que dos genios alados le cuelgan un collar, y varios vasos y platos de estilo griego. La cerámica ibera muestra una gran variedad de formas, como las reflejadas en el dibujo que se reproduce atrás, en las que predominan una sencilla decoración geométrica. También se encontraron los restos de un carro de hierro que permitieron reconstruir una de sus ruedas, así como un casco de bronce de guerrero, diversas armas incompletas, alhajas como pendientes de oro, collares, colgantes de plata, un brazalete, urnas cinerarias y otros elementos propios de un ajuar funerario. Para la visita de esta tumba se aconseja que primero se acuda al Centro de Interpretación de las Tumbas Principescas, y después, acompañado por un guía del Ayuntamiento, se visite la Cámara de Toya.