Refugiados perdidos en despachos

Las previsiones que apuntaban a la acogida de 25 familias al año no se cumplen

21 jun 2017 / 13:11 H.

Es como si la provincia jiennense se hubiera vaciado cien veces, dejando todos sus pueblos y aldeas vacías, y esas almas sin un techo bajo en el que descansar vagaran por la tierra. Eso ocurre en el mundo. En 2016, 65,6 millones tuvieron que salir de sus casas para, en una cantidad indecente de casos, no encontrar el más mínimo consuelo en sus congéneres. La Agencia de la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados calcula que, cada tres segundos, una persona en el mundo se ve obligada a abandonar la seguridad de su vivienda. En más de la mitad de los casos, los que se quedan tirados, son niños, chiquillos que, por el camino, suelen perder a sus padres y se encuentran a expensas de cualquier cosa. Esta realidad está ahí de siempre, pero, jornadas como la de ayer, declarada Día Mundial del Refugiado buscan dar un aldabonazo en las conciencias. Jaén, en Europa, debería de ser una tierra de acogida para los que no tienen donde ir, pero no es así.

Hace menos de dos años, la Subdelegación como correa de transmisión de los acuerdos tomados por el Gobierno en Bruselas ante la ingente cantidad de sirios, entre nacionales de otros países, que buscaba entrar en Europa, estimó que la provincia recibiría 25 familias forzadas a abandonar su tierra por la guerra cada año. “No ha venido nadie”, zanja José Boyano, presidente de Cruz Roja, representante de la organización que, en colaboración con el Ejecutivo central, debería de canalizar el realojamiento y la integración de los que buscaban asilo. La entidad deja claro que, cuando se asigne un cupo, se pondrán a disposición recursos acordes a las peticiones y que, mientras, continuará con su tradicional labor de asistencia a los que, sin un país al que volver, se encuentran en tierras jiennenses de paso. El quid de la cuestión es que España incumple el compromiso adoptado de abrir las puertas a 17.337 personas, en tres años. Rafael López-Sidro, de Cáritas, explica que, aunque la entidad no estaba dentro de estas negociaciones, pone todos los recursos que tiene a su alcance para los refugiados, incluso, parroquias y casas de curas.

La respuesta que se planteó en pleno punto álgido del éxodo de familias de Siria hacia el viejo continente llevó a elaborar un inventario de recursos disponibles para atenderlos. Una tarea que canalizó la Diputación, tras mantener distintos contactos con los ayuntamientos y que, al creer desaprovechados, llevó al presidente de la Administración provincial, Francisco Reyes, a enviar una carta para recordar a la Subdelegación que había alojamientos y planes para la acogida. La respuesta de la representación de Madrid en la provincia es que no había solicitudes de refugiados. Eso es cierto. La delegación en la capital malagueña de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), que es la que trabaja en la provincia jiennense, aclara que, conforme a los datos facilitados por el Ministerio del Interior, el año pasado, los solicitandes de asilo fueron 4 en Jaén, una cifra ridícula con respecto a Málaga, con 872, y 11 veces inferior a la segunda más baja, Huelva, con 44. Eso sí, CEAR aclara que los solicitantes de acogida no van dónde quieren, sino donde tienen a su alcance un lugar para acogerlos, conforme a los protocolos establecidos.

En 2016, como puntualiza Andalucía Acoge, España recibió 15.755 solicitudes de asilo, que representan solo el 1,3% de todas las de la Unión Europea, es decir 3 por cada 10.000 habitantes, con una de las menores tasas del continente en cuanto a la aceptación de estas peticiones. De las resoluciones favorables, 6.500 personas obtuvieron protección subsidiada y solo 355 consiguieron el estatuto de refugiados en España. Los que dan este paso, siempre que logren entrar en el país, tienen que acudir a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y formalizar su petición. Cada seis meses, se analiza su caso, por si se dan condiciones para su expulsión.

Andalucía Acoge recuerda que estos números desmontan la idea de que los refugiados que llegan a España son demasiados y también recuerda que son infundadas afirmaciones como que, entre ellos, se esconden terroristas, algo que no cuadra con los informes anuales, sobre este tipo de ataques, que, como precisa la organización no gubernamental, sitúan la mayoría de estas acciones violentas en Iraq, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria.

Concentración silenciosa
“Puedo ser expulsado cuando sea”

Ali (nombre ficticio) es un solicitante de asilo que vive en la provincia, un grupo que se cuenta con los dedos de la mano. Por eso, este expatriado, por cuestiones de seguridad, prefiere que se no desvele su identidad. “Tuve que salir para evitar el conflicto que hay en mi país y solo quiero vivir tranquilo”, aclara. Por el momento, cuenta con un techo gracias a la colaboración de Jaén Acoge, que, como deja claro, “se ha portado muy bien”. “Hay mucha gente que está en mi situación, que tiene que cruzar el Mediterráneo en pateras. Yo tuve la suerte de haber ahorrado algo y entré en el país como turista”, rememora. Su situación no es para estar relajado, al menos todavía. “Llevo seis meses aquí. Cuando fui a la Policía a pedir asilo me dieron una tarjeta roja, con la que puedo estar en España, pero no tengo permiso de trabajo y, en cualquier momento, me pueden expulsar. Dentro de poco se tiene que revisar mi situación”, aclara. “Muchos jóvenes hacen lo mismo que yo allí de donde vengo”, explica Ali, formado, con tres carreras, que da clases de idiomas y arregla ordenadores, gracias a sus conocimientos de Informático, para ganarse la vida mientras su condición se aclara. “Yo había tenido una vida cómoda, pero me vi obligado a tomar esta decisión. Ni siquiera pienso en lo que puede ocurrir si se me deniega la posibilidad de ser refugiado, vivo el día a día”, reflexiona, con la esperanza de que, finalmente, se tenga en cuenta que no puede regresar a su país y que, conforme a la Convención de Ginebra, reciba asilo fuera de su lugar de nacimiento para poner a salvo su vida.