Recuperación del legado marteño

Gustavo Pérez se encarga de la restauración de dos lienzos de Santa Marta

27 mar 2019 / 17:41 H.

El trabajo de restauración de los dos cuadros de la capilla de Jesús Nazareno de la parroquia de Santa Marta sigue su curso. El restaurador marteño Gustavo Pérez Pulido es quien emprendió, el pasado mes de noviembre, la tarea de devolver parte del esplendor original a los lienzos que representan a Santa Marta y a San José con el Niño, y que, según Pérez, pudieron sustituir a unas anteriores pinturas murales, dado que en el resto de la capilla las representaciones presentan esta circunstancia. Los trabajos pudieron empezar a llevarse a cabo merced al convenio suscrito entre la propia parroquia, el Ayuntamiento de Martos y la Fundación Caja Rural, y forman parte del conjunto de intervenciones en la iglesia durante la celebración del Año Jubilar tuccitano decretado por la Santa Sede. Cinco meses después, el restaurador, que en alguna ocasión ha confesado que llevar a cabo este trabajo supone “la realización de un sueño de niño”, se encuentra realizando los primeros trabajos de reintegración cromática en ciertas zonas de las pinturas, tras haber concluido las labores previas de limpieza.

Según cuenta Pérez, la primera intervención se centró en el soporte de los lienzos, esto es, la propia tela. Según explica Pérez, los bastidores que la tensaban “eran muy viejos y de muy mala calidad”, algo que hacía que los cuadros presentaran un estado inestable. El restaurador emprendió labores de limpieza en la parte trasera de la tela y la reforzó con una tela nueva que sobresaliese por los bordes “para poder, luego, colocarla en un bastidor nuevo que aún tengo que fabricar, un proceso llamado forración o reentelado”. Tras contar con un soporte estable, inició la propia labor de limpieza de la pintura. Para ello, Pérez emplea una mezcla de disolventes que no afectan al trabajo original pero que elimina todas las capas de barniz. “Además, las zonas en las que falta pintura, llamadas lagunas”, apunta el restaurador, “las he rellenado con un estuco”, una labor efectuada “sólo en esas zonas que presentan ausencia de pintura y nunca sobre la pintura original”.

Tras ello, señala Pérez, “enrasé el estuco con la pintura original y comencé a completar las partes en las que no había pintura a través de una técnica de reintegración cromática llamada puntillismo o “rigatino”, que permitirá ver de cerca las capas que yo añada, pero, a la vez, que estas queden camufladas a distancia”. Tras ello, tocará barnizar, retocar estas reintegraciones cromáticas con otros pigmentos, y se volverá a dar a las obras otra capa de barniz en spray. El trabajo quedará finalizado cuando se monten las pinturas en los bastidores nuevos y se recoloquen en sus espacios originales.