Noche flamenca de alto nivel

10 jun 2019 / 17:17 H.

La tarde-noche prometía éxito, y así fue. Porque había dos grandes figuras del flamenco anunciadas, porque el público, fiel al tirón de estos dos grandes artistas, abarrotó el Patio del Hospital de Santiago hasta, seguramente, exceder su capacidad, y porque, además, el tiempo atmosférico, tantas veces travieso y esquivo, (que se había mostrado aquella misma mañana con muy malas pulgas, a base de frío, aire y nubes que en algún momento dejaron caer alguna aislada, pero amenazante, gota), poco a poco fue entrando en razón con el pasar de las horas hasta acabar acompañando a artistas y público con su mejor cara y modales en esta época primaveral. No digamos nada el público, que aguantó estoico las prietas filas de las habituales e incómodas sillas, seguramente olvidándose de esta circunstancia, ante la magia, el arte y el duende que surgía incesante del escenario.

Ya nos habían visitado estos artistas en anteriores ocasiones. Recordamos al guitarrista al lado del gran pianista Michel Camilo en 2010 y, cinco años después, al cantaor (que actuó junto al tenor José Manuel Zapata), en el concierto inaugural —9 de mayo de 2015— de la 27a. edición, acto en el que precisamente se le entregó el Premio del Festival de Música, en un acto y recital entrañables. Esta vez iba a ser acompañándose el uno al otro, en maravillosa mixtura que sólo cosas buenas podría traer.

José Mercé, el veterano cantaor (Jerez de la Frontera, 1955) con más de 50 años de carrera a sus espaldas, procedente de una de las más antiguas estirpes flamencas existentes hoy en día, con la que podemos retroceder fácilmente más de un siglo, unía sus fuerzas con otro veterano guitarrista de larga y fructífera carrera: José del Tomate “Tomatito” (Almería, 1958). Mercé con su ronca voz, Tomatito con sus frescos y ágiles dedos, plasmaros allí el Flamenco desde numerosas vertientes: el aire más clásico, impuesto por la sabiduría y abolengo de Mercé, la gran revolución de “Camarón”, al que ambos veneran (Tomatito fue su inseparable guitarrista durante muchos años hasta el final de su vida) y finalmente también se acogieron a estilos más modernos para presentarnos algunas canciones de su último disco realizado conjuntamente y titulado “De verdad”, un compendio de arte que, en manos y voz de estos dos grandes iconos del flamenco, adquiere un valor excepcional.

La velada dio comienzo con Mercé interpretando una “toná” (cante muy primitivo que más tarde inspirará la aparición de las “seguirillas”). Una de sus letras decía así “Ven acá, mujer del mundo, y atiéndete a la razón, que no hay hombre que sea fijo como el reloj”. Siguió con una estupendas “malagueñas” de “El Mellizo”, para pasar a lo que consideramos el momento más importante de su actuación, que fueron una “soleá” de “La Serneta” y unas “seguirillas” de Manuel Torre, cante básico del flamenco más puro, rematadas por “cabales”. Animaron la noche los componentes del grupo que acompañaba al cantaor —entre los que estaba Mercedes, su mujer— formado además por Kiki Cortiñas, alma máter del trabajo de Tomatito y Mercé, Miguel Taleo y “Chicharito, que colaboraron con coros y palmas. En la percusión, Israel Suárez “Piraña”, sobrino del cantaor. Todos nos llevaron de la mano por la alegría de unos cantes de Cádiz.

A continuación, intervinieron en solitario “Tomatito” y su hijo, también aventajado retoño de la estirpe, que nos dieron un pequeño recital en el que las guitarras sonaron con una limpieza y armonía bellísimas. Volvió el cantaor al escenario y, como homenaje a su tierra, cantó por “bulerías” y por “fiestas”. El jerezanísimo palo del flamenco, lleno de algarabía y jaleo, ibas a presidir todo el final del concierto.

Tomatito tocó en solitario una pieza cercana a la “zambra”, género procedente de las cuevas gitanas del granadino Sacromonte, y el grupo regresó a los cantes gaditanos con unas “chuflas” –especie de “tanguillos”—. Ya metidos en fiesta incontenible, Mercé se adelantó al público, dejando los micrófonos a su espalda, y con el amoroso acompañamiento de su grupo -que volvió suaves y sordas sus palmas-, y demás artistas presentes en el escenario, cantó un rato “a pecho descubierto”, con su sola y recia voz. Gran mérito, si recordamos a nuestros amables lectores que el recital se desarrollaba en un recinto que, aunque con notable buena acústica, era al aire libre y estaba lleno de gente. Mercé –su voz- se escuchó en todo aquel patio de columnas con todo su poderío y arte, y el público le aclamó con fuerza aquel detalle de gran cantaor.

Para terminar esta auténtica celebración gitana, Mercé cantó unos “tientos tangos” a los que siguieron unas “bulerías”, arrancándose incluso a bailarlas, en el más puro ambiente de fiesta jerezano que remataron de la manera más brillante una noche en la que todos acudieron: el arte, el duende, el público y el buen tiempo. Nadie quiso perderse aquello.

(El autor de esta crónica quiere agradecer a Antonio Sánchez Montoya, presidente de Honor del Festival, y gran conocedor del mundo flamenco, su impagable ayuda en la confección de estas, por lo demás, torpes líneas).