La Soledad revive la pasión del Viernes Santo

Armados de valentía, la cofradía toma la decisión de salir a pesar de la lluvia que cayó durante todo el día

21 abr 2019 / 11:15 H.

La lluvia continuaba cayendo sobre la capital del Santo Reino. El enclave cofrade por excelencia de Jaén esperaba a la Soledad sin tener la certeza de que el tiempo permitiese su salida procesional. Alcanzadas las siete de la tarde, quienes se encontraban en el interior de la Basílica Menor de San Ildefonso, cuestionaban con desdicha que Yacente y Soledad pudiese discurrir por las calles de Jaén, en una tarde de Viernes Santo que trajo consigo la suspensión de la salida de la congregación del Santo Sepulcro.

Sería a las siete y media, hora prevista para la apertura de puertas de San Ildefonso, cuando el hermano mayor de la cofradía, Pedro José Merino, anunciaría una próxima reunión de la junta de gobierno a las ocho en punto. Algo de esperanza podrían mantener los cofrades media hora más, si bien, pareció una eternidad. Los corrillos tomaron protagonismo bajo las naves de la Basílica Menor de San Ildefonso. Optimismo y pesimismo a partes iguales, pues muchos conocieron la decisión tomada, proveniente de la iglesia de San Juan y San Pedro, que estuvo motivada por la inestabilidad meteorológica que parecía perdurar hasta la noche del Viernes Santo.

Nuestra Señora de la Soledad, con su candelaria perfectamente iluminada, congregaba a sus siervos bajo su coqueto palio de cajón. El puñal que su pecho alberga parecía ser compartido entre quienes buscaban su mirada para apaciguar el desasosiego que sembraba la espera. También sería testigo de la incertidumbre la Piedad, grupo escultórico que cumple el primer centenario de su llegada a la capital del Santo Reino. Tal vez, pronto pueda formar parte del cortejo procesional de Yacente y Soledad.

Pocos minutos pasaban de las ocho cuando la junta de gobierno volvió a reclamar la atención de los presentes. Pedro Merino daba la buena nueva. Y es que la segunda cofradía pasionista más antigua de Jaén se echaba a las calles, puesto que los pronósticos del tiempo barajados eran favorables. La tristeza se tornaba en una luminosidad que inundó los rostros de los cofrades que aplaudieron con euforia tras el comunicado de su hermano mayor. No obstante, el recorrido de la cofradía por el barrio de San Ildefonso, tuvo que suprimirse en prevención a lo impredecible que puede llegar a ser el tiempo. Yacente y Soledad, tras su salida, accedería directamente a Bernabé Soriano por Ignacio Figueroa. El reducido discurrir de la cofradía comenzaría a las ocho y media de la tarde, por lo que, presurosos, los miembros de la comitiva se dispusieron a preparar el templo para que no tuviese lugar una demora excesiva.

Las puertas de la Basílica Menor de San Ildefonso dieron inicio a un tardío Viernes Santo. Y es que la cofradía saldría una hora después a la prevista. Multitud de personas se agolpaban en torno a la portada neoclásica del templo, donde aguardaba la centuria romana al Santísimo Cristo Yacente. Ardua salida para los pasos de la cofradía de la Soledad, dada la inclinación de la rampa dispuesta para salvar los escalones de la entrada. Los aplausos no tardaron en levantarse tras tan laboriosa maniobra de cuadrilla de costaleros y capataces. La Asociación Musical José Manuel Pérez Marfil, de Villargordo, interpretó la marcha procesional “Santísimo Cristo Yacente”, compuesta por Manuel Vílchez Martínez, al tiempo que el primer paso de la cofradía envolvía con su solemnidad a los jiennenses. Posteriormente, la llegada del Santísimo Cristo Yacente, iría siendo anunciada por un trío de capilla.

Pronta llegada a Carrera Oficial de la única cofradía en salir a las calles de la capital del Santo Reino. Nuestra Señora de la Soledad, envuelta entre sones villargordeños, discurrió por Bernabé Soriano con elegancia y sobriedad. Bella estampa para quienes se posicionasen tras su palio a una posición distanciada, con objeto de presenciar cómo su manto, negro luto, se mimetizaba con el cielo de la noche del lúgubre Viernes Santo. Yacente y Soledad puso el punto y final al preámbulo de aquello que da sentido a todo lo vivido durante la Semana Santa.