¿Dónde están los Mallarines?

El juicio a dos “Pikikis” por homicidio frustrado se aplaza por no acudir la víctima

09 feb 2017 / 12:21 H.

Los estudiantes de Derecho seguían el juicio sin pestañear. Ávidos de vestir la toga, tenían una oportunidad de oro de aprender “en directo” con el juicio que comenzó a celebrarse ayer en la Audiencia Provincial. En el banquillo se sentaban dos jóvenes “Pikikis” acusados de tirotear a un “Mallarín”. Tres miembros de dos familias que protagonizan un enfrentamiento largo y sangriento. En esta ocasión, la Justicia no tiene que dirimir sobre un crimen, sino sobre un homicidio frustrado, lo que no restaba un ápice de interés y tensión a la vista en el Palacio de Justicia. Había muchísima seguridad, un despliegue que, a la postre, se reveló excesivo, aunque, claro está, la Comisaría no podía improvisar ante la posibilidad de que “Pikikis” y “Mallarines” se cruzaran en plena vía pública y en la sala de audiencias. Y no ocurrió, finalmente, por la “sorprendente” ausencia de la persona a la que, supuestamente, iban dirigidos los disparos efectuados, desde un coche en marcha, el 2 de julio de 2015, en Linares.

“No está ni él, ni tampoco el otro testigo (primo del anterior) señoría”, confirmó la funcionaria a la presidenta de la Sección Tercera, María Esperanza Pérez Espino. Esta no ocultó su extrañeza. De hecho, en una interior intervención, había planteado la posibilidad de que el considerado como la víctima en el proceso judicial declarara tras una mampara. Seguridad extra en una sala en la que ya había media docena de policías nacionales. Tras esperar unos minutos por si el “Mallarín” era localizado, los abogados de la defensa Esperanza Lozano y Carlos de Elías, al igual que el fiscal jefe, Carlos Rueda, fueron preguntados sobre la posibilidad de aplazar la vista. Las dos partes coincidieron en ello, convencidos de que el testimonio de los dos ausentes era “fundamental”, ya que uno es el que conducía el coche tiroteado y el otro aseguró que lo acompañaba en ese trance, aunque luego se desdijo. Si no van por las buenas, serán las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado los que los buscarán para que se celebre la vista pendiente. A pesar de las incomparecencias, la mañana fue provechosa, los dos acusados declararon para tratar de armar una coartada que consistió en negar su presencia en Linares al encontrarse los dos en Fuengirola, Málaga, el día de autos.

Manuel E. M., para el que se piden 8 años y seis meses de prisión, por el intento de homicidio y tenencia ilícita de armas, atribuyó su estancia en la ciudad costasoleña a una escapada “de un par de días” con su amante, una mujer que testificó también durante el juicio. Aseguró que había quedado con ella a las puertas de un local de alterne, en el Polígono Llanos del Valle, donde dijo haberlo visto el portero, que también declaró. De ahí, según su relato, tras “pasar un rato en un descampado” y cenar en una hamburguesería, condujeron hacia la costa. El fiscal, con los datos aportados por las compañías de teléfonos, maniobró para echar por tierra el relato y situar a Manuel E. M. en la dirección contraria, precisamente, hacia Linares. En una de las ocasiones, para justificar sus contradicciones, el acusado aseguró que podía tener ciertas lagunas por ser consumidor de cocaína. También mostró dudas sobre haber conducido un Seat León negro desde el que, supuestamente, se realizaron los disparos, a pesar de existir una grabación de una gasolinera que lo prueba. Pretextó que se dedica a la compra-venta de coches y son muchos los que utiliza. Sebastián M. M. defendió que, en el momento de los hechos, no estaba en Bailén, donde tiene su domicilio, ya que huyó a Fuengirola al avisarle su madre de que, en sus palabras, “iban a por todos los Pikikis”. Precisamente, la desaparición del padre de este se vinculó con un posible ajuste de cuentas entre “Mallarines” y “Pikikis”. Él negó esta posibilidad y planteó que, quizás, “esté con una muchacha”.

La vista, tras esta declaración y la de dos peritos por videocoferencia, se prolongó hasta casi la una. Después, volvió la normalidad en los alrededores del Palacio de Justicia, al marcharse la veintena de policías armados con subfusiles que custodiaban el edificio y los familiares de los dos encausados que había en la calle.