Una lección política

16 mar 2020 / 16:28 H.

No hay manual de instrucciones que pueda guiar a la clase política en una crisis sin precedentes que supone un duro ataque a la globalización imperante. En un momento en el que el mundo se ve obligado a colocarse la asfixiante mascarilla de la alarma para frenar la entrada de un virus con sobrada capacidad para destrozar familias, renace y se generaliza el sentimiento de que la salud es lo primero y que todo lo demás resulta secundario. El bien más preciado del ser humano, la vida, es lo único que debe importar en el relato de una actualidad que las futuras generaciones estudiarán en los libros de Historia.

El grave problema, lejos de ser utilizado como arma de confrontación, tiene que servir de verdadera lección para quienes se dedican a la política. La unidad nacional en un contexto de dificultad extrema y de incertidumbre ante la que se avecina debe ser lo que verdaderamente mueva a todos los representantes de las instituciones públicas, desde el más bajo hasta el más alto escalafón, quienes están llamados a transmitir credibilidad y confianza a los ciudadanos.

Esta crónica, que rompe el estilo de análisis del espectáculo político al que asisten los jiennenses semanalmente, se centra en un problema de primer orden, de trascendencia internacional y con consecuencias sociales y económicas difíciles de reparar, que requiere firmeza y liderazgo en la transmisión de los mensajes a la sociedad. Ni que decir tiene que la gestión y la comunicación son la clave ante una crisis, ya sea sanitaria, económica, por un escándalo de corrupción o una catástrofe natural, y decidirán la fiabilidad de quien está al mando.

La emergencia sanitaria del coronavirus centra todas las atenciones, porque no discrimina, sacude los cimientos de una sociedad global y, en definitiva, convierte todo lo que toca en excepcional. La inquietud económica, social, sanitaria, política y hasta personal —no hay que olvidar que hay ministros que dieron positivo— hace que el Gobierno se enfrente a situaciones cada vez más complicadas aderezadas, inexplicablemente, por la presión que ejercen los partidos de la oposición.

No hay más que ver los mensajes escritos en las redes sociales, con nombres y apellidos de representantes de la política jiennense, para darse cuenta de que hay quienes quieren sacar tajada de un asunto en el que todos deberían ir a una, como Fuenteovejuna.

El respeto a las decisiones gubernamentales debe primar, por encima de todo, en una crisis en la que, sin embargo, la brecha entre unos colores y otros se hace cada día más grande. Ni que decir tiene que cada paso tiene su explicación y entre los ciudadanos de a pie debe calar el relato de que son los especialistas quienes están detrás de las medidas de contención decretadas por la única Administración que posee competencias para hacerlo. El enemigo principal es, precisamente, el virus. La crisis es tan descomunal que todo queda pequeño a su lado y, por el momento, los esfuerzos se tienen que centrar en apelar a la responsabilidad y al cuidado solidario en la lucha contra el temido contagio. Ya habrá tiempo, cuando se abra la veda de los parques y las empresas, para analizar la acción de unos y de otros, pedir las dimisiones que hagan falta, plantear mociones de censura, utilizar todos los instrumentos al alcance del Estado y darle la vuelta a la tortilla de la política que, seguramente, habrá aprendido bien la lección de lo que verdaderamente importa. Cerrar la crisis, lo mismo que lo hicieron los médicos chinos con el simbólico acto de quitarse las mascarillas, es el objetivo que nos tiene que unir a todos los jiennenses como españoles que somos. No queda otra.