Entre bambalinas

04 may 2020 / 13:25 H.

Hay un mensaje en el que coinciden la mayoría de los alcaldes de la provincia: tuvieron que hacer frente a una pandemia en la soledad más absoluta, sin ayuda directa para gestionar una crisis sin precedentes, faltos de datos para responder a la realidad de sus vecinos y obligados a buscar en los boletines oficiales las respuestas a tantas preguntas. Las críticas hacia el desamparo municipal se sucedieron al principio de la crisis sanitaria, unos con la boca más grande y otros con la boca más chica, mientras los máximos representantes institucionales no daban abasto en una lucha constante contra un virus mortal que se convirtió en una prioridad. Lo demás quedó en segundo plano, en un compás de espera que hará que muchas asignaturas pendientes prescriban. Todos desbordados, alcaldes, diputados, senadores, delegados, parlamentarios... También la máxima representante del Gobierno central en Jaén, Catalina Madueño, quien vivió en primera persona la enfermedad y, con una sintomatología llevadera, no dejó un solo día de pisar el despacho.

Cierto es que tiene el lugar de trabajo prácticamente en casa, porque desde que tomó posesión del cargo vive en el edificio de la Plaza de la Concordia. Una puerta separa su vida privada de la pública, el habitáculo en el que recibe a quienes tienen voz en una provincia que vive centrada en una batalla sanitaria que, más pronto que tarde, se convertirá en económica y, por supuesto, social. Nadie escapará de una crisis extraordinaria, jamás vivida y, ni siquiera, relatada en los libros de Historia. Catalina Madueño, que tiene prohibido conceder entrevistas por aquello de evitar distorsiones y respetar el mando único del Gobierno central, vive pegada al teléfono móvil. No se le ve en los medios de comunicación, donde también se echa de menos a los delegados territoriales que son de la cuerda de Juanma Moreno, porque los de Juan Marín no tienen problema para atender micrófonos, grabadoras, directos e indirectos. Incomprensible. El caso es que, aunque la subdelegada parece perdida en pleno combate, lo cierto es que, entre bambalinas, su trabajo no cesa.

El día a día, incluidos sábados y domingos, es un no parar. Imperan las videoconferencias en un nuevo mecanismo de trabajo en el que, eso sí, hay filin institucional. Una o dos veces por semana participa en las reuniones de coordinación con el resto de subdelegados y la delegada del Gobierno de Andalucía para poner en orden todas las cuestiones que llegan desde arriba, despejar dudas y aplicar normativas. Martes y viernes, salvo excepciones, Catalina Madueño convoca la comisión de coordinación provincial, en la que están presentes la delegada del Gobierno andaluz en Jaén, Maribel Lozano; el presidente de la Diputación, Francisco Reyes, en representación de los municipios de menos de veinte mil habitantes; el alcalde de Jaén, en nombre de los ayuntamientos de más de veinte mil habitantes, y todos los cuerpos de seguridad, Policía Local, Unidad Adscrita, Policía Nacional y Guardia Civil. Tan relevante es la videoconferencia que, incluso, se levanta acta. Los asuntos a tratar son, desde el cómo estás hasta el reparto de mascarillas, la situación de los hospitales e, incluso, la planificación de las desinfecciones en las que participan la Unidad Militar de Emergencias y el Ejército de la Brigada Guzmán el Bueno. También se aclaran dudas sobre seguridad, sanciones y, en general la aplicación de un decreto en el que todo es de recién estreno.

No queda ahí el trabajo de la subdelegada, que está obligada a presidir juntas locales de seguridad en los puntos más “calientes” de la pandemia y, sobre todo, responder a la llamada de los alcaldes, los noventa y siete, sin distinción de color político, aunque haya opiniones, como en botica, de todas. Así es el día a día de la cara visible del Gobierno central en Jaén en la gestión de una pandemia llamada coronavirus.