Nadie se atreve con la mecha

Sucede que al no ejemplarizante ejercicio de esconderle soluciones al algoritmo bucólico y deprimente de la solución de Jaén se ha antepuesto una realidad paralela que cambia la ecuación y quién sabe si hasta la propia realidad que nos circunda. La tensa espera de la clase política se torna casi inacción hasta tanto amaine el temporal (dicho de otra forma, nadie osa echarle agua a la mecha ciudadana y quede retratado mientras la apaga) y su mandato es claro, ruido, mucho ruido político para despistar al personal y así las cosas, llegará el aburrimiento. Al menos eso creen, pero hay, esta vez, un pero trascendente que descoloca a las clases dirigentes, el personal está dispuesto a todo, incluso a aceptar el bombardeo político barriobajero a las plataformas que coordinan las protestas cuyo fin último no es otro que el desprestigio que lleve a la inacción. No se trata de una partida de ajedrez, es batalla cuerpo a cuerpo.

El pataleo es un derecho constitucional que en el caso de Jaén, dado el evidente ninguneo gubernamental, ha llegado para quedarse; sin duda, la peor noticia para el ejercicio de la política en paz y paniaguada, sin sobresalto alguno, a la que están acostumbrados nuestros representantes parlamentarios. Y deben callarse, solo atinan ahora a decir obviedades y frases superfluas que se convierten a veces en auténticas perogrulladas. Mientras tanto, Jaén sigue en esta efervescente disposición a manifestarse para que se le oiga, no amaina la rabia y la indignación de ese ostracismo que tiene su puñalada más traicionera en la curva del AVE a Granada para arrinconar esta tierra de leyenda y llena de almas no tan cándidas como se esperaba “desde arriba”. Hoy se transita por Despeñaperros, otro ejemplo de inversiones que a nosotros no nos rentan para nada, porque su multimillonario desdoblamiento solo tenía como objetivo acercar a los castellanos centralistas a sus chalés de la playa... A madrileños y a sevillanos, a sevillanos y madrileños va dirigida la caravana pacífica que tiene por objetivo sensibilizar a quien quiera oír que merecemos más. A ver si no se tapa los oídos quienes cobran por hacer, además de por escuchar.