Un presidente delirante

    22 oct 2019 / 10:05 H.
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    Exige el presidente de la Generalitat, Quim Torra, un nivel de interlocución con el Gobierno dentro del maremágnum que es hoy Cataluña. Y lo hace como si durante estas últimas semanas no hubiera hecho una dejación de las funciones por las que ocupa, precisamente, este cargo. Al exhortar a sus votantes, a los independentistas, a tomar las calles, a llevar la contestación social a cada punto estratégico de la comunidad, es, en parte, autor intelectual de muchas de las peligrosas situaciones que se han vivido en estos últimos días con peligro para ciudadanos, manifestantes y agentes de la Policía. Pretender, cuando a él le interesa, coger la chaqueta de presidente cuando lleva una semana con camiseta de activista es mezquino y supone una doble moral que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no puede tolerar, máxime si, además, en calidad de presidente autonómico ni tan siquiera es capaz de condenar una violencia en las calles que flaco favor hace a sus propios intereses. La pretendida “revolución de las sonrisas” muta en violencia, precisamente, porque a quienes les prometieron un paraíso democrático les sabe muy poco aquella república de 7 segundos y todo lo que ha venido después. Así las cosas no resulta sorprendente que reciban insultos hasta los propios líderes independentistas; ese es el peligro de tanto citar a los ciudadanos a seguir “empujando”. La senda democrática es la única que puede tener cabida y habrá que recordar que en nuestra legislación no cabe el derecho de autodeterminación ni el de una consulta que no implique a todo el sujeto político. Frente a la sentencia, además, caben todos los recursos judiciales en España y frente a la Unión Europea.

    Editorial