Beirut y la fragilidad mundial

    08 ago 2020 / 16:33 H.
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    Todo un país está al borde del abismo por la explosión de unos silos en el puerto de su capital. Ciertamente que había condiciones que lo venían avalando, dado que el Líbano no es el mismo que hace unas décadas, cuando era considerado la perla de Oriente y donde Occidente campaba a sus anchas en inversiones y en ensalzamiento de una realidad que no se daba en los países del entorno, siempre en alerta o en guerra con Israel. Beirut era considerada entonces una capital segura y el mar Mediterráneo su trampolín para Europa, hasta que llegó la guerra civil, las injerencias de Siria y también de Israel, las presiones de Arabia Salud y de Irán, cada uno en un bando de la interpretación del Corán, y con caudal armamentístico para “ceder” a sus facciones fanáticas libanesas. El resultado de ese cóctel no es otro que un país en permanente bancarrota e inseguro por naturaleza, dado que hasta el primer ministro fue asesinado en 2005, sin conocerse aún quienes estaban detrás del magnicidio

    Para entrar directamente en el abismo solo falta una cuestión y es que Líbano, en este momento de caos, no reciba ayuda internacional de ningún tipo. Han explosionado los silos del puerto, con nitrato de amianto en cantidades incomprensibles y el Gobierno no descarta una acción terrorista. El resultado es que toda la ciudad se ha visto afectada, casi doscientos muertos y doscientas mil personas sin hogar. Claman los libaneses por la ayuda externa, pero en estas circunstancias mundiales, con una pandemia que ha provocado ya más de setecientos mil muertos, el mundo atiende primero a su propia casa que a la casa del vecino, una realidad sangrante, pero así es de cruda. Menos mal que Francia ha dado un paso al frente que no logra calar lo debido.

    Editorial