La gran jugada
de Arrimadas

    08 may 2020 / 16:34 H.
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    El confinamiento, según todos los epidemiólogos, es la única forma de contener la expansión del virus. No se puede confinar a toda España en casa con una ley ordinaria como la que propone Casado. Esto solo es posible mediante el estado de alarma. Las otras leyes permiten “controlar a los enfermos y las personas que estén o hayan estado en contacto”, pero no puede limitar la libertad de movimiento al resto de la población. Y si se pudiera, que no se puede, ¿sería para llegar a una situación tan similar que parecería idéntica? ¿Por qué la quiere liar? Se diría que su único objetivo es tensar la cuerda, confrontar junto a Vox, acusando al Gobierno de ser el responsable de todos los males del mundo pasados, presentes y futuros. Con descaro, carente de responsabilidad e incapaz de formular críticas razonables y fundadas, ni aportar soluciones, el Partido Popular saca rédito electoral sirviéndose de la frustración de la gente en esta situación sobrevenida y trágica para tumbar al Gobierno.

    Desde hace décadas los fallecidos en todo el mundo por esta desapercibida pandemia se cuentan por decenas de miles. En España, concretamente las cifras alcanzan —según estadísticas oficiales— más de 100.000 al año, sin que ninguna bandera nacional ondee a media asta, ni las instituciones declaren veloces el estado de emergencia sanitaria, sin reseñas mortuorias en obituarios de prensa nacional. Toda vida importa. Esta máxima se repite hasta la saciedad en unos tiempos en los que la salud, y aún la vida, pueden repentinamente verse condicionadas por un microscópico virus. El ánimo filantrópico que se esconde tras este aclamado eslogan es, no cabe duda, auténtico y generoso, además de totalmente necesario debido a las implicaciones prácticas que conlleva en el desarrollo de nuestra vida cotidiana. Pero, llegados a este punto, hay que preguntarse si realmente esta frase se aplica, sin distinción, a todas las vidas —humanamente hablando— o si de lo contrario pudiera ser una cortina de humo perfectamente entretejida de leales deseos y buenas intenciones para esconder a las víctimas de esta y otras pandemias relegadas en el baúl del olvido. Efectivamente, mientras que en los hospitales y centros sanitarios muchos están entregando la vida por asegurar la salud de los enfermos, mientras profesionales de todos los sectores actúan de manera heroica y generosa con el fin de garantizar los servicios mínimos para la subsistencia de toda la población, y las desiertas calles se hacen eco a diario de los aplausos de los confinados en sus casas, las clínicas abortivas continúan abiertas realizando sus servicios —a cambio siempre de un “módico” precio— en aras de la defensa de la “salud reproductiva” de la madre. Y aquí está servida la paradoja porque, hablando de salud... ¿Alguien ha pensado en la de un niño —en su fase de desarrollo embrionaria— al que van a abortar? Esta persona que está por nacer, la cual se encuentra en un estado incipiente de crecimiento, según la genética es la misma que será en el momento de su nacimiento, al alcanzar la mayoría de edad o al envejecer... tan solo le separan de esta última etapa unos cuantos años... Ciertamente toda vida importa, pero miles de personas se encuentran en una constante situación de desprotección legal y sanitaria tales que, aún debido tan solo a un deseo de la madre —condicionado o no— de deshacerse de su hijo puede procederse en pocos días y con total impunidad y complicidad al troceado, abrasado, triturado o abandono en cubetas del nasciturus. Cuando una sociedad consiente y olvida la cruel eliminación de las personas más débiles e indefensas, cuando el vientre de una madre puede llegar a convertirse para muchos en el lugar más peligroso donde crecer y desarrollarse, cuando una persona, en nombre de la libertad puede decidir sobre la vida de otra, cuando se selecciona a sus miembros en base a mezquinos criterios malthusianos de utilidad y eficiencia sin tener en cuenta su dignidad, esta sociedad hiede a podrido. Por lo tanto, que las banderas ondeen a media asta en recuerdo de estos pequeños inocentes víctimas de una muerte violenta, que alcen la voz las sirenas por aquellos sanitarios que luchan por ellos cada día, que salgamos a los balcones a aplaudir a las madres valientes que, aún en circunstancias desfavorables tienen el coraje de dar a luz a sus bebés, sabiéndose responsables de su futuro, e igualmente a aquellas asociaciones que de manera voluntaria las apoyan, asumiendo el papel subsidiario que debería protagonizar el Estado en la garantía de que ninguna mujer embarazada se vea desamparada y sin ayudas económicas. Entonces, y solo entonces, cuando las estadísticas reflejen las cifras de cero abortos provocados podremos decir, sin miedo a equivocarnos, que verdaderamente toda vida importa.

    Al apoyar, suavizándola, la propuesta de votación del PSOE sobre el confinamiento, Arrimadas ha recuperado la posición centrista de su partido, cuya pérdida le había llevado a la casi irrelevancia. Sobre todo, su cambio, nos ha beneficiado al conjunto de los ciudadanos, al sostener en un momento tan trágico un Gobierno recién elegido, al mismo tiempo que defiende la salud de todos y ayuda a suavizar las medidas de aislamiento.

    Cartas de los Lectores