Con la muerte
no se acaba todo

    06 may 2020 / 14:16 H.
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    No existe duda al respecto. España necesita una sanidad pública y, cómo no, de máxima calidad. Con nuestros sanitarios bien pagados. Con personal de plantilla. Con hospitales que posean almacenes y cocinas, es decir, sin contratas. Con el aumento de los presupuestos en todas y cada una de las autonomías. Esta pandemia ha desafiado a nuestro sistema sanitario y, por lo tanto, no hay posibilidad de más recortes. Es intolerable e inaceptable permitir que nuestro sector sanitario se encuentre con contratos temporales y, además, mal remunerados. Y, otro detalle fundamental, que los gobernantes crean en lo público y, por ello, se precisa de un mecanismo de proteccionismo a los pilares del estado de bienestar. Las empresas privadas, en el sector de la sanidad, ensombrecen y devalúan la labor de los sanitarios públicos. No olvidemos los días aplaudiendo, a las ocho de la tarde, en los balcones. No estoy de acuerdo en que los sanitarios sean héroes. Los héroes poseen poderes especiales trajes que los hacen únicos. Los que han batallado en la primera línea eran hombres y mujeres normales y, por desgracia, carecían de mascarillas y ropa especial para protegerse o gafas estancas. Lamentablemente, la memoria de los humanos es corta. ¿Nos volveremos a acordar de ellos solo cuando el enemigo regrese? Este camino que, se inició al comienzo de la pandemia, debemos seguir haciéndolo juntos, es decir, autoridades, sanitarios y el conjunto de la sociedad española. No los abandonemos en estos momentos. Ahora es cuando más precisan los aplausos. Ofrezcamos el mismo reconocimiento a los profesionales de la sanidad, antes, durante y después de la contienda. Agustín Zamarrón, diputado socialista por la provincia de Burgos, lo manifestó bien claro en una entrevista en la Cadena Ser: les debemos un respeto de memoria de servicio y no podemos volver a consentir la destrucción del sistema sanitario público. En definitiva, nuestro país requiere de inversiones fuertemente comprometidas con la educación y sanidad, ambas públicas y de calidad, junto con la investigación de todo tipo de enfermedades. ¿Cuántos sanitarios han sido ya despedidos? ¿Seguiremos saliendo a las ocho para reclamar que no los echen? O si te he visto, no me acuerdo. Ahora, después de la tormenta llega el momento de los aplausos reales. Defendamos la renovación y el refuerzo de las plantillas de nuestros hospitales. Su lealtad, su compromiso y, por supuesto, su enorme profesionalidad no pueden pagarse con el despido. La jeta política llegó a su máximo exponente, con los 132 políticos madrileños, en la clausura de Ifema con reparto de bocadillos incluidos. Es totalmente cierto, no hay duda, la hipocresía no posee límite. Y, por consiguiente, que no se lancen nuestros políticos, con más de 25.500 fallecidos, a ponerse la medalla y, por ende, a hacer propaganda masiva y, a la vez, desvergonzada. Política de cainismo y de irresponsabilidad es la que mayormente campa a sus anchas en momentos de crisis. No hay nada nuevo bajo el sol.

    El pasado domingo celebramos un extraño Día de la Madre. En la distancia que nos permite la pandemia. Cualquiera ha necesitado de una madre para llegar al mundo y esta también necesitó a su madre para nacer, así podríamos remontarnos hasta el origen de la vida sea mediante Eva o según la teoría de Darwin. Un vínculo mayúsculo que nos une durante toda la vida y que no desaparece a pesar de la muerte. Puedes acostumbrarte a vivir lejos de casa pero es volver a casa a comer un domingo y parece que no hubiera pasado el tiempo. Tu madre tiene todo preparado al gusto de sus hijos. Durante años, una madre se desvive por criar a sus hijos, verles crecer y ayudarles en cada etapa pero sin pedir nada a cambio. Podría decirse que es el polo opuesto a un banco o un político. La epidemia actual ha separado familias completas y tan solo permite el contacto físico con aquellos que comparten el mismo techo. Para combatir la distancia, se ha disparado el uso de videollamadas y casi a diario una de ellas es para tus padres, con quien necesitas un contacto que anteriormente no te habías parado a pensar. Decía hace semanas que “el mundo ha dejado de girar” y nos ha dado ese respiro para reflexionar y valorar aquello que realmente merece la pena. ¿Comprar? ¿Viajar? En estos más de 50 días, y lo que quede, no echamos de menos nada material sino a las personas que queremos. ¿Para qué queremos tener y tener si nos faltan aquellos con quien compartirlo? ¿Cuánto vale el abrazo de una madre? ¿Y un beso? Hasta el día que no puedas tenerlo, no sabremos calcular el valor. Si cuando se marcha una abuela es difícil de superar y la recuerdas en su sillón o cocinando uno de sus ricos platos ¿Qué precio le ponemos a una madre?

    En estos días, algunos sacerdotes se han podido encontrar con una primera reacción de rechazo a su presencia, como si su llegada les fuera a anunciar su muerte inmediata. Después viene la reacción cuando se les habla con claridad. No se trata de tranquilizar la conciencia de nadie a base de cuentos de fábula, como: “El Señor es misericordioso y nos perdona siempre, hagas lo que hagas”; “cuidas del planeta, no hay más pecados”, etcétera. El sacerdote anuncia la muerte del pecado; por eso le molesta tanto al diablo que vistan de sacerdotes.

    Cartas de los Lectores