¡Tío, eres
un tacaño!

    21 ago 2019 / 11:13 H.

    detecto una fuerte presión en Italia para legalizar la maternidad subrogada tras las últimas sentencias en contra del equivalente a nuestro Tribunal Supremo, en medio de una crisis política y económica de entidad. Tal vez no sea casual plantear en ese contexto los temas bioéticos que tanta pasión suelen suscitar en la opinión pública. Lógicamente, la reacción está siendo fuerte, pues esa faceta de la maternidad es quizá la menos compartida en ambientes feministas o en formaciones políticas de izquierda, por lo que tiene de explotación del cuerpo de la mujer. No es preciso aducir argumentos doctrinales de fondo, ni tampoco derivados de criterios teológicos clásicos. No es necesario reiterar la amplitud del movimiento que trata de abrir el camino a una convención internacional en línea de la que en su momento prohibió todo tipo de tortura. La presencia de tantos y tan grandes intereses económicos, debería evitar caer en posibles trampas, incluso a personas de buena voluntad no necesariamente expertas en las dinámicas de la comunicación. También la bioética está de plena actualidad en Francia, caracterizada desde siempre, a mi entender, por trabajar con un gran rigor científico y social en cuestiones relacionadas con la vida humana. Como se comprobó en el primer semestre de 2018, también la sociedad civil está muy implicada en los debates, que no dejan indiferente a nadie. De hecho, el ejecutivo no cumplió el plazo para presentar a las cámaras legislativas la prevista actualización de las leyes sobre bioética. Se anuncia ahora, con un tema especialmente discutido: la apertura a todos —no sólo a matrimonios con problemas de infertilidad— de la asistencia médica para la procreación.

    En estos días de canícula, hay una crónica que ha pasado de tapadillo y, sin embargo, merecería ser destacada para desenmascarar la catadura moral de los negacionistas del cambio climático, desde aquel que dijo tener un primo catedrático de Física Teórica, incapaz de diferenciar entre tiempo y clima, hasta la del protagonista de la noticia, el presidente de Brasil y discípulo de Trump, Jair Bolsonaro, que con su provocador plan de dar luz verde a las industrias y derogar las leyes protectoras de reservas medioambientales e indígenas, arrasa la Amazonia. En sus ocho meses de mandato ha crecido la deforestación de este pulmón mundial un 39% debido a los intereses de la industria agropecuaria, hidroeléctrica, constructora, minera y maderera; pero muy preocupado por sus consecuencias, nos propone como solución para salvar el planeta “hacer caca un día de cada dos”. Si no fuera por la perversa insensatez de este personaje, y otros como él, sería para reír y no parar. Los medios de comunicación están informando estos días de las conversación.

    Hoy todo se basa en el poder adquisitivo y económico de las personas, haciendo honor a aquella frase que dice: “Tanto tienes tanto vales”, y como así está estipulado, la sociedad espera que aquel que, posiblemente, más poder económico tenga, sea el que a la hora de regalar en un cumpleaños, boda, bautizo, o cualquier evento a celebrar, aporte la guinda al pastel, llamémosle de esta manera, y cuando no es así, se dice que es un tacaño, también llamado usurero, roñoso, miserable... Aunque siempre esté pendiente de las personas que le rodean, bien sean amigos, familiares o conocidos, y también comparta con todos ellos su casa, sus conocimientos, sus consejos ante la vida y en definitiva todo aquello que posee y le rodea en su entorno, a excepción del capital. ¿Es esta persona tacaña?, me pregunto. El dinero se gasta y desaparece, pero la amistad sincera basada en la honestidad, permanece durante toda la vida. No todo se compra con riqueza, pues en ocasiones las cosas más valiosas no cuestan dinero. Pero este vil metal todo lo rige y lo condiciona por cuantía económica. En ocasiones, la persona a la cual denominan tacaña, tenga las cuentas hechas y justas para pasar el mes, y no posea la cuenta corriente tan abultada como piensan porque lo vean afable y con buenos modales. Esto último nada tiene que ver con el dinero. ¿Por qué la denominación de tacaño siempre se basa en el dinero? En cambio cuando una persona es dadivosa en propinas, regalos y tiende a derrochar con los demás a la hora de pagar la cuenta en un bar pero, no comparte su sabia riqueza adquirida por la experiencia, ni derrocha amabilidad, ni comprensión, ni mucho menos se solidariza con la causa del más desfavorecido, y lo único que espera y pretende es que le sigan como si de un dios se tratara, éste, no está considerado tacaño, ni mucho menos egoísta, aunque éste, sí que posee riqueza económica y gran poder adquisitivo adquirido por ese capital. Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, un ser tacaño es un ser miserable, ruin y mezquino, entre otras muchas definiciones, pero no se basa únicamente en el dinero, al menos en la mayor parte de su contenido. Entonces, ¿Por qué hay que denominar tacaña a la persona que no es derrochadora? Puede que, simplemente, sea prudente ante un futuro incierto, y lo único que derroche sea aquello que no se puede comprar.