Repensar las residencias

    28 may 2020 / 16:29 H.
    Ver comentarios

    hace más de un lustro que un buen amigo sufrió un ictus. Quedó paralizado de medio cuerpo y, al concluir su calvario por hospitales y convertido en un peso muerto, su familia no pudo atenderlo y acabó en una residencia de mayores donde lo visito con asiduidad. Los asilos siempre fueron trasteros de muebles abandonados y aquí se ve una muestra más de ello, de este buen amigo mío, que tanto ha dado por su familia y ahora se ve abocado a estar en una residencia después de no poder casi moverse con la paralización. Cada vez que voy salgo dolorido por partida doble: por verlo en ese estado y por ver a sus ancianos compañeros. No es que estén desatendidos, porque los cuidadores hacen todo lo que pueden; pero claramente, lo que pueden es insuficiente. Son pocos y no dan abasto. ¿A qué viene la sorpresa ahora? Las residencias deben asistir bien a los mayores con un servicio de calidad y dejar de ser un lucrativo negocio. Y, para que nuestros abuelos puedan tener un final digno, si no se pasan al sector público, al menos deberían limitarse sus beneficios, hoy tan desorbitados que los fondos buitres clavan sus garras aferrándose al botín, y denigran los merecidos cuidados para ganar más.

    Cartas de los Lectores