Y, ¿por qué no te callas?

    24 ago 2020 / 17:24 H.
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    En los tiempos que corren, decir que las cosas cambian es tan absurdo como evidentemente obvio. Si te cuentan que ibas a pasar 3 meses encerrado en casa, con el único aliciente de aplaudir en el balcón, cantando al dúo dinámico, que estarías todo el día con mascarillas y gastando más gel hidroalcohólico que cerveza, y que a las 1 a casita a no ser que..., pensarías que Nostradamus mezcla las probetas. Incluso con esos que decían no es no, never y never, y jamás pactarían con unos, con otros y los de más allá, pensarías que todo cambia. Hasta la política. Los más radicales de antaño, corrigen a los presuntos conciliadores, y defienden a ese que, más que huir de la justicia (volvemos a esa presunta presunción de inocencia), evita el hundimiento de un sistema que sangró demasiado. A los escépticos les diría, “¿y por qué no te callas?”. Cambian hasta los que instaban a protestar, rozando la ilegalidad, y ahora colocan estores de humo huyendo despavoridos por una pintada lejana, por si sus múltiples guardaespaldas públicos se soliviantan. Rajaban de los ricos y ahora rajan siéndolo. Pero nadie dimite ni cesa. Sí, los tiempos cambian. Pero los que permanecemos aborregados e impertérritos, pasamos de las movilizaciones por un vertido a la más absoluta disciplina cuando nos retiran nuestros derechos fundamentales. Y que viva La Pepa...

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