Vuelta al cole

    28 ago 2022 / 16:00 H.
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    Pues ya va oliendo a vuelta al cole. En breve, las familias con descendencia recuperarán sus rutinas. Las criaturas en edad escolar madrugarán y los centros escolares volverán a la vida diaria. Eso sí, los colegios e institutos públicos volverán a la rutina, en muchos casos, con la eliminación de líneas, porque, según los que deciden, la natalidad está por los suelos (que no digo yo que no sea verdad), pero con la misma saturación en cada aula. Unas ratios que no nos permiten a quienes ejercemos la docencia atender a la diversidad del alumnado tal y como se merecen. Nos dejamos literalmente la piel en hacerlo, que no os quepa duda; pero veinticinco treinta churumbeles, en el mejor de los casos, es complicaillo, la verdad. ¿Tan difícil es atender a los y las docentes, a las AMPAs, a quienes tocan día a día las aulas y bajar las ratios? No me lo creo, de verdad. Quizás es que no interesa, quizás es que lo mejor es ir poniendo parches o quizás, y lo más seguro, es que la escuela pública no importe y sigan en su empeño de forma descarada y sin miramiento acabar con ella, como parece que se está haciendo con cualquier servicio público, y es que parece que el concepto de “público” da un poquillo de grima a cualquier gobierno. Y no solo es la pérdida de líneas, sino la falta de recursos humanos y materiales que se viven en los centros educativos públicos. El calor y el frío, según la estación del año, son nuestros compañeros día a día; falta de lavado de cara en las instalaciones; ordenadores en la mayor parte de los centros educativos con una antigüedad que llorarían los políticos si los tuvieran en sus despachos; conexiones a internet pésimas, lentas o inexistentes; pupitres y sillas hechos polvo... Vamos, que inversión falta en la escuela pública, pero una inversión de las de verdad y no de esas que sirven para parcheo en unos cuantos centros. Pero, ojo, no os equivoquéis, porque no estoy hablando de la calidad de la educación pública, porque esta, la calidad, la otorgan todos y cada uno de los profesionales que ejercen la profesión docente, los equipos directivos y personal laboral que mueven cielo y tierra. Docentes con formación y que han pasado por un proceso selectivo complicado y competitivo; que, en un alto porcentaje, han vivido años complicados de interinidad que les han impedido estar con sus familias pero que no han perdido la ilusión por la educación académica y social de las futuras generaciones. Personas que hacen de las deficiencias de los centros puntos fuertes para dar sus clases, para hacer de su alumnado personas preparadas para el futuro, formadas y competentes para enfrentarse a una sociedad que cada día es más esperpéntica. Profesoras y profesores que, junto con las familias implicadas, luchan por mantener y siempre mejorar la calidad de la educación pública.

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