Vivir con convicción

    26 jul 2020 / 10:15 H.
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    Cuando era niño, una persona a la que aprecio profundamente me enseñó a medir la altura de un árbol a través de su sombra. Para ello, es indispensable atender a la hora del día, de manera que el sol proyecte una imagen exacta del árbol. Ojalá fuese tan sencillo medir a un hombre (con sus valores más allá de lo anodino de su estatura) de una manera tan sencilla. Si hay algo que nos permite saber cómo es una persona, es lo que ha hecho con el tiempo que ha vivido. Nuestros mayores nos ofrecen la perspectiva de una vida, la enseñanza de que los años pasan y de que lo que nos debe quedar no es el afán por acumular títulos y propiedades, sino la tranquila convicción de que las personas que nos acompañan son la verdadera riqueza a conservar. Cuánto debemos aprender de personas que se han sobrepuesto a crisis de todo orden, y que han sacado sus fuerzas de la simple y absoluta certeza de que una vida sencilla es una vida que vale la pena vivir. Nuestros padres y abuelos nacían y vivían en la misma ciudad la mayor parte de sus vidas, y nos han enseñado que también vivían con el valor y la sencillez del que pretende hacerlo para siempre.

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