Un discreto encanto popular

    04 oct 2020 / 10:38 H.
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    Recordaba hace unos días Amando de Miguel el sinuoso periplo que ha recorrido el vocablo “popular” a lo largo del tiempo. Dicha palabra ha sufrido metamorfosis diversas y en todas ellas, quién lo diría, podríamos sentirnos representados. De aquel “polus”, luego “populus”, llegamos a “pueblo” y ahí podemos sentarnos ya a la orilla de la historia y observar como nos guiña un ojo cuando a alguien interesa que viremos a la derecha o a la izquierda. Un primer escalón sería el célebre “Todo por el pueblo, pero sin el pueblo” allá por el XVIII pero, si nos acercamos a nuestra historia, el apellido “popular” ha acompañado a nuestra clase política en todas sus acepciones. En la Segunda República tuvimos a Acción Popular, elemento de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Poco después, el apelativo viró, quizá violentamente. Aparece el Frente popular. Ahí se entremezclaron socialistas, comunistas, nacionalistas vascos, catalanes y grupos similares para insuflar a la palabra un tinte “revolucionario” contrario al anterior. La época derivó en un durísimo enfrentamiento civil para dolor, en especial, de ese “pueblo” al que todos pretendieron, pretenden y pretenderán cuidar, ensalzar y fascinar. Con los años llegamos al fin del fruto de aquella contienda y el adjetivo se unió a otro nombre: Alianza. Otra vez una amalgama de distintas facciones que se propusieron generar un cierto movimiento aperturista tras la dictadura. Volvía a ser propiedad de “las derechas”. Curiosa expresión que se sigue usando. Para unos nos acechan las “odiosas derechas”, una lacra de la que hay que huir. Para otros existen “las izquierdas radicales”, demonios que nos llevarán al caos. En ambos casos se usa un plural que abarca sensibilidades que no siempre coinciden. Se generaliza para herir al contrario generando batallas entre políticos que les hacen olvidar su verdadero fin, el objetivo por el que llegaron a esa difusa pero apetecible poltrona que se llama “poder” y que no es otro, volvemos a empezar, que el pueblo. En aquel tiempo de Transición que ahora ciertos sectores procuran presentar como oscuro a pesar del halo con que lo recordamos, apareció otra versión que tuvo poco recorrido: el Partido Socialista Popular. Una propuesta del “viejo profesor” Tierno Galván que acabó absorbida por el Psoe. En esa denominación se unieron ambas vertientes como en un delta de idílica desembocadura. Quizá un flash que no deslumbró como debería. La Alianza popular derivó en Partido y la izquierda se adornó, para algunos, con el añadido “populista” de la mano de Podemos. El juego de lo popular sigue vigente. Y quizá también otra sentencia histórica: “Pueblo, ¡cuántos desmanes se cometen en tu nombre!”

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