Un cura que olía a oveja

    05 may 2021 / 10:13 H.
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    Querido Don Pablo: Solo siete meses ha durado la bendición que Dios mandó a Torredonjimeno con su presencia, usted la ha hecho fecunda; sin un respiro se metió en faena a cuidar el rebaño, cuántos responsos en el cementerio a solas; siempre próximo, sencillo, su pasión los niños, sus alumnos, que le adoraban, ¡sus monaguillos! Con qué alegría bautizó a mi nieta María Victoria y la presentó a la Virgen de las Angustias; ha despedido a tres difuntos de mi familia. Hizo especial la Navidad, la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua pese a las dificultades; vimos a Jesús y a su Madre, cara a cara como nunca. Y así cada día, su presencia para confesar, su bondad, sus palabras sencillas, devociones recuperadas, homilías sentidas. El domingo del Buen Pastor y la Morenita será inolvidable, dijo que quería, como pastor, oler a oveja, es lo que ha hecho siempre; terminó con preciosos versos a María, a quien visitó el lunes en el Cabezo para “dar gracias a Dios por teneros”, según me dijo y nos dejó en sus manos. El martes se durmió. Evoco para usted un verso del oficio divino de estos días: “La bella flor que en el suelo/ plantada se vio marchita/ ya torna, ya resucita/ ya su olor inunda el cielo”.

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