Un canto de cisne

    02 feb 2020 / 11:01 H.
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    N o sé en qué estado anímico se encuentran ustedes, espero que algo mejor que este escribidor de fugacidades, porque he de confesar que vengo arrastrando desde hace más tiempo del deseado un desinterés preocupante por cuestiones que antes me inquietaban o al menos avivaban un tanto mi interés. Quiero, para mi consuelo o para mi pena, achacárselo a las caprichosas veleidades de la edad madura, a las viruelas de la vejez, a la terrible sensación de ir quemando escenarios porque la obra y los actores que has visto te han decepcionado o no alcanzaban tus expectativas, que ahora consideras ilusas o equivocadas. Cada día que pasa me esfuerzo en pensar, y digo me esfuerzo porque considero que es un acto de fe, que hay otros mundos más amables y gratificantes que este que nos retratan los informativos y las redes sociales. No creo que haya un exceso de información, sino una sobreabundancia de informaciones tóxicas, informaciones sesgadas, tendenciosas, veladas o interesadas, dependiendo de aquel medio o personas que las emiten y de los intereses o poderes a los que respondan. No voy a pecar de ingenuo creyendo que nuestras vidas cambiarían para bien, si tan sólo recibiéramos noticias buenas, reales, objetivas y diáfanas, porque ya la misma vida nos va informando sin ambages, que por el mero hecho de existir, el animal humano entra en un laberinto de luces y sombras. Resulta desalentador que recién inaugurado el nuevo año, ya estemos oliendo las viejas pestilencias de antaño, los manidos argumentos que siempre nos confrontaron en una tierra, en un país, por lo demás privilegiado naturalmente. Descorazona el hecho de que este novedoso gobierno de coalición y compleja estructura, sin apenas recorrido y programa ejecutado, tenga encima de la mesa las mismas deposiciones con las mismas moscardas de siempre, y que el empeño y única finalidad de la oposición, bandera española en mano sea, como han manifestado abiertamente y sin ningún rubor, derribarlo cuanto antes (a cualquier precio, se entiende) , sin plantearse tan siquiera una oposición constructiva o alternativa a las posibles deficiencias o carencias que sin duda aparecerán, gobierne quien gobierne. Desconozco la idiosincrasia de otros países, pero en este donde respiro, llega a ser temerario opinar con pretendida ecuanimidad, sobre temas que siempre se quedan enquistados en la insolvente y empobrecedora polémica a dos bandas españolas, es decir, o estás totalmente conmigo o estás totalmente contra mí, no hay más. Los ejemplos los tenemos de cara todos los días, siempre en doble versión adulterada: la enseñanza, la sanidad, los nacionalismos, la religión, el clima, y cualquier tema que afecte a más de uno. Así pues y a mi pesar, me veo en este febrerillo loco, más Sancho que Quijote y menos confiado que ilusionado. En fin, disculpen las molestias, un domingo aciago lo tiene cualquiera.

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