Tópicos culinarios

    28 feb 2020 / 11:39 H.
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    Una mañana de febrero casi primaveral, paseaba por el campo ya más que esquilmado de aceitunas entre los olivos recién podados y pensaba cómo los agricultores podrían agradecerles la cosecha recogida y convertida en aceite y la madera podada que ya tienen guardada en la leñera para afrontar con un buen fuego los rigores del próximo invierno. La mejor manera que se le ocurre a todo aquel agricultor que quiera comportarse como es debido con los árboles que nos aseguran la vida en esta tierra es darles de comer lo antes posible, y entre todas las opciones a las que se puede recurrir, solo una es efectiva al cien por cien, y consiste en labrarlos, abonarlos con generosidad, y después de esto regarlos en abundancia, y donde esto no sea posible, esperar que el dios de la lluvia les sea propicio, pero eso nunca está asegurado en esta tierra que no me atrevo a llamar bendita porque todo se le escatima por sistema, incluida el agua, pues parece que existe una extraña conjura para negar a la provincia el pan y la sal.

    Y hete aquí que llegado a este punto en el que hablaba de pan y sal, me detuve ante un macizo de jaramagos que colonizaban un padrón (lindero) y lo vestían de verde y amarillo, esos “jamargos” que decimos en los pueblos, mala hierba donde las haya y sinónimo también de gente poco recomendable a la que sin dudar se le adjudica el tal nombre de manera harto despectiva. Y sin embargo de un tiempo a esta parte, se ha popularizado un delicioso plato de origen italiano que consiste en una ensalada de una hierba amarga que llaman rúcula, que no es otra cosa que hojas tiernas de jaramago cultivado, acompañada de lascas de queso parmesano y aderezada con vinagre de Módena y buen aceite de oliva virgen extra. O sea que nos la dan con queso, porque eso es alta cocina y nos cobran un riñón por algo que a nuestro pesar crece todas las primaveras en nuestros campos y desde siempre hemos considerado mala hierba.

    Acordeme entonces de la cantidad de ocasiones en las que en el lenguaje común se toman palabras que pertenecen al ámbito animal, vegetal o alimentario para utilizarlas en frases de uso común con la intención de describir hechos, situaciones, sentimientos y caracteres, de tal modo que, con sólo citar una fruta, melón por poner un ejemplo de todos conocido, se está calificando con claridad la manera de ser o actuar de tal o cual personaje o situación.

    Se me agolparon en la cabeza algunas de esas frases que me dediqué a memorizar con la sana intención de intentar escribirlas en cuanto tuviera ocasión de hacerlo y pronto tuve que renunciar a recordarlas todas porque aquel ejercicio no era pan comido, sino que resultaba ser algo más que indigesto. Cogí una empanada mental porque la tarea no era un camino de rosas como yo había imaginado, ya que no hay hortaliza que no tenga cabida en la lista y acabé comiéndome el coco como un vulgar papas fritas hasta que de tanto darle vueltas acabé de mala uva. Tiene tomate este asunto y además es posible que a muchos de ustedes les importe un comino las cavilaciones de un servidor que hoy no tiene nada nuevo que contar o no quiere profundizar en el meollo de la actualidad que tiene mucha miga y se dedica a tomar el rábano por las hojas porque no es capaz de llamar al pan, pan y al vino, vino, lo cual indica que tiene horchata en las venas y no es trigo limpio ni de los que cortan el bacalao como Dios manda. Así que vamos a dejar de marear la perdiz no vaya a ser que a alguno le pillen con las manos en la masa y no haya más remedio que ponerle a caldo. Lo dicho, después de esta sarta de lugares comunes me quedo más fresco que una lechuga y si alguno se pica será porque ajos come aunque no le guste la tostada que hoy cocinamos, pero hay que dejar las cosas claras y el chocolate espeso, o sea que si alguno no entiende ni papa, hoy le hemos ofrecido dos tazas y como ya me tengo ganada la soldada ahora me dedico a vivir de la sopa boba, de modo que este artículo no es ni carne, porque es viernes de cuaresma, ni pescado sino que lo que aquí se sirven son lentejas y el que quiere las come y el que no las deja. Y que conste que todo está escrito sin pizca de mala leche y el autor no pretende ser la manzana de la discordia porque prefiere hacer buenas migas y aquí pone la guinda.

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