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    16 nov 2020 / 13:16 H.
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    Un día como el de hoy, pero hace setenta y cinco años, los representantes de cuarenta y cuatro países acordaban en Londres crear la Unesco. Hoy, 16 de noviembre, novecientos meses después de aquella iniciativa que pretendía establecer la paz mediante la cooperación internacional en materia de educación, ciencia y cultura, la Unesco tiene un papel singular que desempeñar en el fortalecimiento de las bases de una paz estable y un desarrollo equitativo y sostenible en esas materias, en un momento en que las sociedades de todo el mundo se enfrentan a las crecientes presiones de muchos cambios y la comunidad internacional se enfrenta a nuevos desafíos.

    Desafíos, que requieren el liderazgo adaptativo de los responsables políticos y de las organizaciones no gubernamentales de los ciento noventa y tres estados miembros más once asociados, que actualmente son los encargados de garantizar que la paz se base en el diálogo, la comprensión mutua y la solidaridad intelectual y moral de la humanidad, haciendo que este espíritu, a modo de visión estratégica, impregne todas y cada una de sus decisiones.

    Nuestro compromiso como estado miembro nos exige garantizar que todos los niños y adultos tengan acceso a una educación de calidad. Nos impone promover nuestro patrimonio cultural en aras a conseguir la igualdad de todas las culturas. Nos obliga, a defender la libertad de expresión, como un derecho fundamental y una condición esencial para la democracia y el desarrollo. Nos constriñe igualmente, a condenar los ataques a la diversidad cultural como nueva forma de intolerancia. En definitiva, nuestro compromiso pasa por llevar a cabo un sinfín de iniciativas que, en la actual situación sociopolítica de nuestro país, parecen estar en riesgo.

    Ausencia de certezas, que tiene su origen en la falta de liderazgo adaptativo de nuestros responsables políticos. Es alarmante a la vez que preocupante, su incapacidad para movilizar a los ciudadanos a fin de que estos, afronten desafíos difíciles y prosperen.

    Es incongruente ser parte de la gobernanza de una comunidad global, sin ni siquiera ser capaz de transmitir confianza en tu propia casa. Cuando las opciones de la oferta educativa se reducen; cuando las tradiciones, la cultura popular, el arraigo y el respeto por las costumbres que conforma tu idiosincrasia, tus valores y tu esencia se obvian; cuando no es el fondo (1.416 periodistas asesinados en todo el mundo desde 1993) sino la forma (censura en medios de comunicación, medios sociales intervenidos, control de medios masivos y audiencias al servicio de un sesgo parcial) la que le coloca el bozal a la libertad de expresión; estamos en una sociedad incapaz de convertir en leitmotiv el eslogan que reza en todas y cada una de las propuestas que emanan de la Unesco desde su constitución: “Dado que las guerras comienzan en la mente de hombres y mujeres, es en la mente de hombres y mujeres donde deben construirse las defensas de la paz”.

    Los signos de prosperidad para el éxito en la gobernanza de un país incluyen: el crecimiento a corto y largo plazo de valor para la propia nación; de valor para los empresarios, auténticos generadores de riqueza; de valor para los ciudadanos, con un trato excelente a través de los servicios públicos que redunde en un buen estado de ánimo; y de valor medioambiental y social positivo.

    Así pues, uno de los retos clave para que nuestros responsables políticos puedan enderezar el rumbo que comienzan a tomar los acontecimientos, sería el que consiguieran identificar qué partes del patrimonio (que como sociedad y como país nos conceden valor diferencial de marca) pueden y deben conservarse y cuáles pueden o deben dejarse atrás.

    Ronald Heifetz, una autoridad mundial en liderazgo y gestión, decía que las adaptaciones exitosas son, simultáneamente, conservadoras y progresistas y que aprovechan al máximo la sabiduría y experiencia pasada. Una mirada a los compromisos firmados, otra a los ojos del ciudadano y otra a la propia conciencia, nos harían disfrutar de efemérides como la de hoy, sin recelos ni angustia.

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