Toca resistir

    31 dic 2021 / 15:41 H.
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    Este año, al que le quedan unas horas para que podamos despedirlo con más pena que gloria, ha sido muy duro con todos y no tendremos motivos para recordarlo con demasiada alegría. Así que tomaremos las uvas como marca la tradición y nos desearemos feliz año nuevo con la esperanza de que nos depare salud y nos traiga fuerzas renovadas para sobrevivir a tanta desgracia acumulada en estos tiempos. Si echamos la vista atrás y repasamos las hojas del calendario encontramos que en estos últimos doce meses hemos soportado demasiados hechos luctuosos que han condicionado la vida de esta sociedad y la han puesto a prueba. En primer lugar, la enfermedad que a pesar de las vacunas y las precauciones extraordinarias que por consejo de las autoridades sanitarias hemos tomado la mayoría de ciudadanos, se ha extendido una y otra vez cobrándose una alta cuota de vidas y por el momento no parece que haya manera eficaz de erradicarla, con lo que existe un cierto miedo colectivo a tener contactos y volver a la vida normal. Todos tomamos precauciones y queremos estar a salvo, pero no podremos estarlo hasta que se generalice el uso de vacunas a nivel global y por ahora estamos demasiado lejos de que los dirigentes mundiales tomen conciencia de la situación y sean capaces de ver que del virus nos salvamos todos a la vez o no acabamos de salvarnos ninguno. Esperemos que el próximo año traiga algo más de clarividencia y generosidad a sus mentes y sean capaces de actuar en consecuencia, concienciando a todos de la necesidad de vacunarse y distribuyendo vacunas para todos los habitantes del planeta, con prioridad absoluta para los países más desfavorecidos.

    En segundo lugar, las catástrofes naturales han sido causa de pérdidas económicas e incluso de vidas a lo largo del año. En enero recibimos la visita de Filomena que nos dejó frío y nieve en la mayor parte de la península con tal abundancia, que los hielos luego hicieron estragos y los deshielos provocaron inundaciones y daños materiales incontables. Por otra parte, la pertinaz sequía que padece el sur y el sureste del país es un hecho evidente que parece no tener solución y quizás es ya una consecuencia irreversible del cambio climático que ninguna autoridad mundial parece ser capaz de afrontar de manera eficaz. Nos enfrentamos a una situación alarmante y no tenemos ningún tipo de solución aplicable a corto plazo. El verano pasó sin pena ni gloria, parecía que la economía y la vida comenzaban a querer volver a la normalidad, pero llegó septiembre y un volcán que despertó en esa maravillosa tierra canaria, se llevó por delante la casas, las haciendas, el trabajo y la esperanza de vida de todo el suroeste de la isla de La Palma, ese feracísimo valle de Aridane donde las plataneras y los cultivos tropicales eran uno de los paisajes más bonitos y productivos de la isla. Tres meses de desesperanza en los que hemos vivido cada día esperando que acabase la erupción de ese volcán sin nombre que ha destruido todo a su paso, dejando sólo las manos desnudas de una gente fuerte y trabajadora que con la solidaridad y la ayuda de todos (esperemos que el gobierno sea generoso) volverán a traer la vida y la esperanza a esa tierra. Parecía que la Navidad volvería a ser como antes, tiempo de encuentro y celebración, días de abrazos compartidos y confidencias familiares en todos los hogares, comidas y copas brindando de alegría, pero una vez más el virus mutó, esta vez a ómicron, mañana quizás a pi, se montó en la sexta ola y se encargó de aguarnos la fiesta y lo que se presentaba como un punto de retorno a la normalidad quedó en unas fiestas descafeinadas y mustias una vez más. Y así seguirá si no somos capaces de ponerle remedio.

    Este es mi último artículo de un año aciago en el que estuve hospitalizado durante tres semanas a causa de la covid, no quiero volver a recordarlo porque hay que comenzar el año nuevo con optimismo. Les invito a enterrar todo lo malo arrancando la última hoja del calendario y a pensar en positivo desde este mismo momento. Hay un refrán que dice, alguien vendrá que a mí bueno me hará. Apliquemos este dicho popular al año viejo y brindemos con esperanza, cariño compartido con los nuestros y alegría por los buenos días que nos esperan en un venturoso año 2022. Feliz año nuevo a todos.

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