Te prometo que no lo contaré...

01 sep 2019 / 20:20 H.

Conocías la hondura del moscardón y te fuiste despidiendo poco a poco, sin contarlo, pero en plena conciencia de que era un último adiós a tus amigos de siempre, con tus compañeros de oficio, de tus niños ‘apolijaos’, a los que mimabas, protegías y también reñías con mucho arte. Quisiste en vida que la picadura del bicho no te quitase la sonrisa y lo conseguiste, lo que engrandecía aún más tu alma y tu hechura de persona única, excepcional, irrepetible. Podía seguir substantivando tu caminar por la vida y siempre me quedaría corto. Jaén te ha dicho adiós a lo grande, con un sentimiento desconocido, una unanimidad nada forzada, que ha salido desde lo más adentro de esta ciudad ese aplauso, feliz y dolorido a la vez, a tu forma de ser. Tu familia te llora, pero tu figura trasciende el círculo íntimo que ha sufrido tanto a tu lado estos últimos meses. Qué jodido va a ser todo sin ti, querido Alfonso, mucho, pero mucho. Este muchacho al que apolijaste barbilampiño y nunca dejaste de tenderle la mano, se encuentra huérfano de tu mesura; desamparado, sin protección, ni refugio, que tu muerte lo hace mayor de verdad, que tu adiós lo coloca por primera vez sin alguien que sabes que siempre estaba ahí, también en los silencios, por supuesto en los encuentros. Como nuestro último abrazo, nuestras últimas risas, ¡en una ambulancia!, cuando el saque de honor del Real Jaén. Lloro de alegría al recordarlo, pero aún quejoso como estabas no por el bicho, sino porque el ascenso se escapó, otra vez, no te creías que fuésemos por encima de la acera del campo, con las sirenas a toda pastilla. Buscábamos tu casa rápido, para tu medicación ante tanto dolor que te corroía en silencio por dentro y lo hacíamos sentados uno enfrente del otro, cinturón puesto, una camilla vacía al lado, y compartiendo fotos y chistes por los móviles; querías que te enseñara a descargarte el periódico en pdf a todo color, a navegar por nuestras retransmisiones en directo ahora que salías menos... No soy el único ‘apolijao’, que tu corazón daba para muchos más, pero en nombre de tantos y tantos a los que siempre amparaste y marcaste el camino de la decencia y la empatía siendo de otra generación a la nuestra, te decimos con voz quebrada: “Adiós amigo, nunca te olvidaremos”, que puede sonar a chuminá cursilona, pero nos sale de la entrañas y nos da igual a lo que suene, es verdad y santas pascuas... Acabo con una promesa: No te preocupes que sigo sin contar lo de aquella noche lejana en la Peña Flamenca, esas manos arriba y abajo preñadas de sentimiento, esas caderas bamboleando al compás de una bulería, ese taconeao marcando los quejíos de una seguiriya. ¿O era una soleá? Nunca me atreveré a escribirlo, Alfonso, tampoco que quienes estaban esa noche de mi pregón en el tablao, bailando flamenco, erais el superjuez Garzón y el excelentísimo señor alcalde de Jaén; tú mismo... ¡Chitón!