Tanta agua pasada

    09 abr 2021 / 10:14 H.
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    Llegar a Estambul en pleno aguacero y que te comuniquen que tu habitación de hotel ha desaparecido bajo las aguas del Bósforo, exactamente a 11 metros y 35 centímetros de profundidad. Navegar hasta Roma y tropezar con el espectáculo del Tíber besando los pies de Sant’Angelo; sostenerle la mirada a Inocencio X y que éste te susurre al oído “La piel del hipopótamo”. Que, ya en Florencia, el sol del atardecer sobre las aguas del Arno te sorprenda dibujando “The geometry of chance”. En París, dar un paseo a orillas del Sena y, entre los bouquinistes, encontrar un incunable de Gide o de Víctor Hugo, sin importarte una mierda que la corriente se lleve “Frontera” para siempre. Volar a las Canarias, donde imaginaste que podía avistarse “La isla errante” que tanto has perseguido, detrás de “Un lugar llamado viento”. Diseñar “Estación fantasma” mientras caminas al borde de los canales de Londres y, cosas de la vida, llegar hasta Venecia y perderte por el laberinto acuático de todas las novelas que habitan en ti. De ahí, a “La ciudad ajena”. Y vuelta al pueblo, a Ítaca. Subir por la Sierra, por el cauce seco de Despeñaburros, hasta ese cortijo en ruinas sobre el que se asienta la próxima aventura literaria. ¿Se acuerdan de cuando se podía emprender un viaje? Tanta agua pasada y solo ahora se me revela para qué sirve escribir.

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