Sopor
estival

    21 ago 2020 / 18:08 H.
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    Recuerdo que en mi niñez agosto era un mes soporífero; calores tórridos y desganados que aliviaban los furtivos chapuzones en alguna balsa desatendida de algún curtido agricultor. Únicamente a la noche se podía transitar por las casi desérticas calles del pueblo y reunirnos los amigos con menos indolencia. Andando los años, el tiempo y la
    democracia han ido sustituyendo el viejo sopor por el desasosiego político y social. Estamos en un sin vivir. Entre los estragos del coronavirus y del virus de la corona, no damos abasto con los sobresaltos. El rey ha resultado un mangante, excesivamente protegido y adulado, ha hecho de su capa un sayo y de su corona un negocio. Dinero y mujeres fue el eslogan de nuestra monarquía. Todo ello poco edificante, sin duda. La política ha resultado una pelea
    en el barro, alejada de toda ética y de toda actuación modélica. Nos engañan y nos toman el pelo a penas te descuides. La mentira y la extorsión para conseguir los propósitos de a los que las urnas no le concedieron la facultad de gobernar ha sido la moneda corriente. ¿A que se echan en falta aquellos agostos caniculares y soporíferos?

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