Sobre el machismo

02 nov 2018 / 11:01 H.

Mi amigo es el glorioso poeta, el entero y gozoso hombre cachondo que se acerca al medio siglo de edad y ahí sigue en este nuevo siglo con sus rizos y sus canas tintadas y tan guapo que no está dispuesto a dejarse desollar el rabo con más pena que gloria y menos pudor que sentimiento o empatía hacia sus semejantes. Mi amigo es un ser cariñoso y muy amoroso, muy dueño de un alma oscura y nada transparente llena de sombras que trata de ocultar. A los que más odia mi amigo es a aquellos que nunca intentan esconderse, en eso no es original en absoluto, aquellos que tienen algo que necesitan esconder siempre odian a aquellos que no lo esconden. Mi amigo tiene un alma oscura y dura en la que se puede encontrar una rara capacidad para el amor y la felicidad. La felicidad a cada hora, en cada momento y en todo instante es su concepto de la misma; y el amor, un amor romántico, ese que para Dante era capaz de mover el sol y las estrellas. Así es mi amigo, un infeliz al que cada vez que una chica le dice que no, que no, que no quiere ser su amante o su pareja, él entiende que sí, que debe ser un sí ese no, y redobla esfuerzos, ya que un no, en sus oídos, es un sí. Si las chicas tratan de no hacerle daño o no se atreven a decirle la verdad sobre su persona o se inventan largas excusas para zafarse y no le dicen por la tremenda que jamás serían pareja de un ser despreciable como él, entonces él entiende que es casi un sí. Las chicas, cuanto más jóvenes mejor, no saben nunca lo que quieren y hay que iluminarlas, salvarlas. Cuando las chicas se sienten acosadas, y no importa si sus familias o sus parejas también lo están sufriendo en sus carnes, mi amigo entiende que todo va bien, que la cosa está madura, al caer. Cuando coincide con sus víctimas o con cualquier chica que le guste y despierte sus instintos de caballero romántico, mi amigo les lanza miradas morbosas, sostiene esas miradas largo rato e intenta ahondar en el objeto que desea para sí, para sus deseos e intenciones. Le da igual la incomodidad de los que están a su alrededor, lo violento de esas situaciones, él está de caza, una caza lasciva y obscena en la que no importa incomodar a la víctima o a sus acompañantes. Mira las entrepiernas, los pechos, las piernas o esos labios de los que querría obtener un beso lascivo. Sus compañeros de trabajo saben que lo que más le gusta a mi amigo es cuando llega el calor; le brillan los ojillos halconeando a las chicas o a sus compañeras que vienen en manga corta. Lo cierto es que es una persona miserable. Los explotadores de otros seres humanos son todos muy miserables, siempre aprovechándose del trabajo ajeno o del dinero ajeno o de los sentimientos de los demás para vivir mejor a costa de que los demás vivan peor. Algunas veces, mi amigo, que es un cachondo, te suelta discursos con una retórica pro feminista, llenos de tecnicismos, y propone un abrazo de exaltación de la amistad entre el grupo de colegas con el que esté y aprovecha para restregarse y apretar con esa excusa los cuerpos de todas las chicas. Mi amigo es así. Su moral primitiva, esa de me gusta y por lo tanto quiero estar con ella, tiene que ser mía o de nadie, le lleva a volcar su responsabilidad sobre el amor romántico y también sobre sus víctimas, nunca sobre él mismo y sus actos. Ellas son las responsables, yo no tengo ningún problema, dice mi amigo, el problema lo tienen ellas, yo solo estoy enamorado y sufriendo, yo soy la víctima de un amor inconmensurable. Cuando provoca sufrimiento a los demás, no tiene sensación de responsabilidad, sus deseos y sus sentimientos decimonónicos le eximen de responsabilidad o las responsables son sus víctimas, por lo tanto aumenta su capacidad de hacer sufrir al otro cada vez más. El problema aparece siempre que se le acercan personas y le brindan su cariño, su amistad, su respeto y, lo que es peor y más peligroso, lo que más tarde se convierte en una pesadilla: su confianza. La verdad es que para la amistad, para el amor a la vida y sus deleites, para el amor a secas, para el arte y sus placeres mi amigo es un inútil total.