Sensaciones en el Pósito

    19 ago 2020 / 17:02 H.
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    El día había despertado suavemente, el sol dibujaba en los tejados pinceladas de luces amarillas, el azul se mostraba en el cielo mientras las nubes jugaban a hacer y a deshacer figuras. Jaén estaba luminosa, aparecía serena y llena de vida, una ligera brisa abrazaba al viandante que recorría sus calles aquella mañana de un agosto diferente. El Pósito jaenero se llenaba de notas invisibles, que volaban de un pentagrama donde los sueños nunca acaban, donde la magia es posible cuando el corazón está dispuesto a atravesar la puerta de la fantasía. Aquellas notas llenas de poesía se columpiaban sobre las cuerdas de un violín, que cantando arias de óperas famosas deleitaban al transeúnte, produciendo agradables sensaciones. Un órgano lo acompañaba acompasadamente y entre ellos surgía la armonía que se dejaba sentir, mientras los pasos se detenían para escuchar la música, aquellas sinfonías dulces y bien ejecutadas. El agua de la fuente parecía haber silenciado su sonido de cantares dulces y suaves, y hasta allí se elevaban las notas de “O mio babbino caro”, en el que Puccini nos regala maravillosas notas poéticas. O las del Ave María de Schubert, que llegan al alma sintiendo que Dios una vez más exhala su dulzura. Mis pasos debían seguir el recorrido, mas no podía alejarme en ese momento de aquel lugar, la música tendía sobre mí una red invisible, que hacía que continuara inmóvil, mientras despertaban los sueños y tiernas sensaciones se plasmaban en el fondo del corazón. Cuando, por fin, pude avanzar hacia los soportales de la plaza Deán Mazas, noté el suave arrullo del sol en los tejados, la luz con que se pintaban de claros resplandores en las quietas columnas del Palacio de los Vilches. Mientras conmigo caminaban alejándose las notas más bellas de un aria de una ópera poética. Siempre he admirado la música clásica, con ella he sentido el mágico sonido de la tierra, del agua, o incluso del aire, o las olas del mar cuando se mece despacio besando levemente las orillas. Nunca había experimentado en la capital de mi provincia estas maravillosas percepciones. Desde mi artículo, agradezco a los músicos que me regalaron aquella mañana tantas sensaciones, despertando la poesía en mi alma, en una ciudad que aún me deja sorprenderme, regalándome versos en sus calles y plazas.

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