Seguiremos, camarada

    18 may 2020 / 16:40 H.
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    El pasado sábado dieciséis de mayo nos entristeció el día la noticia de la muerte de Julio Anguita. Tal y como he expresado en mis redes sociales, para mí, desde mi punto de vista, con su partida se pone fin a la coherencia política. Ha sido un referente me atrevo a decir que en todos los ámbitos políticos y públicos. Una persona con una línea recta de pensamiento, la de escuchar al pueblo y luchar por el bien común. No hay más. Conocedor absoluto de las distintas legislaciones para amparar sus argumentos, basándose siempre en la condición de seres humanos, es la prueba de que la política tiene sentido y que con su ida se queda huérfana de una búsqueda del bien del pueblo y no de un machaque a la oposición o perseguir un fin personal. Con un discurso directo y mediador en el sentido más tajante, porque sus argumentos callaban las dudas; con una educación extrema y exquisita, nos deja citas de autoridad que deberían poblar nuestras conversaciones diarias y deberían plamarse en todas las esquinas de nuestra España. Con un discurso coherente y luchador a lo largo de los años nos deja un legado digno de mantener vivo y en continuo auge. Porque sus palabras no han perdido ningún ápice de vigencia a lo largo de tantos años. Sus lecciones de humildad con su vuelta a las aulas tras su paso por la política y su renuncia a su paga vitalicia nos dejan el buen sabor de boca de que en política es posible ser grande, ser persona, ser humano, luchar por las personas y buscar que el pueblo sea quien exija y examine a sus políticos más allá de una ideología. ¿No resulta maravilloso ver cómo no ha habido una sola palabra en contra de un señor que ha estado en política desde el “bando” de la izquierda? ¿No resulta esperanzadora su existencia? ¿No tenéis la sensación de que con él se acaba la transparencia en este terreno? Esta última cuestión que os planteo es la que no deja de golpear mi cabeza desde el sábado. Somos tantas personas quienes las admiramos, tantas las personas que han reconocido su labor, tantos mensajes de pésame cargados con ese mensaje de político coherente ejemplar, que me entristece la idea o la sensación que tengo de que su legado sea heredado “a medias” ahora que no está. Hablamos con tanta soltura y expresamos con tantísima normalidad que nuestros políticos y nuestras políticas nos roban, que solo miran por su partido, que lo que diga la izquierda lo hunde la derecha sin argumentos y viceversa, que me da pena que el Califa se marche y nadie seamos capaces de tener ese talante del que nos hemos empapado quienes le hemos admirado y querido. Y se marcha justo ahora, en un momento donde no podemos ver las largas colas que seguro se habrían formado para darle un adiós como se merece, por todo lo alto, abrazar la bandera del PCE que abrigaba su ataúd, expresar en acto público la realidad que hemos vivido con él, la política real y de corazón de quienes luchan por su pueblo, sin fisuras ni hipocresías. La crisis sanitaria nos ha impedido decirle un último adiós como realmente él se merece, y yo tengo la firme creencia de que en cuanto podamos se hará, y de que somos muchos quienes nos encargaremos de que su legado siga vivo, jamás utilizándolo como herramienta política, sino como ejemplo de lo que debe ser una persona que se dedica a la política. Y te marchas, camarada, dejándonos un dolor y un vacío que llenamos recreándonos en hemerotecas, buscando tus vídeos, tus entrevistas, tus libros, tus artículos, tus fotos tan cercanas con quienes hemos tenido la suerte de cruzar tu camino con el tuyo. Te marchas, Julio, te marchas en el momento en que nuestra democracia necesita de tus palabras, de tus gestos, de tus miradas, de tu ejemplo. Te marchas dándonos, como siempre, una lección de vida. Y nos quedamos perdidos, aprendiendo de lo que tenemos archivado en nuestros ordenadores, en nuestras fotografías, en tus páginas, en redes, hemerotecas... Y seguro que somos muchos y muchas quienes vamos a heredar tu legado, haciendo que entre en las aulas, en nuestros hogares, sacarlo de nuestros corazones y mostrarlo al mundo. Descansa, camarada.

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