Seguimos creyendo en el amor

    03 may 2020 / 10:08 H.
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    Tres de mayo. Eso nos dice hoy el calendario. Mayo, mes de las flores, de la primavera, del amor. Mayo, mes del principio del fin de las puertas cerradas, de las ventanas añorantes de ser huellas en lugar de horizontes. Mayo, mes de asomarse de nuevo a la vida tras el golpe certero de un bichejo que ha estado a punto de hacernos olvidar lo que siempre hemos sido, que ha intentado separarnos, alejarnos los unos de los otros, impedirnos ese roce que siempre nos ha caracterizado y que nos electriza con solo recordarlo. Mayo, mes de enlaces religiosos, laicos y “mediopensionistas” que han tenido que arañar fechas en el más allá del almanaque para rebrotar con mirada de futuro, pero con el mismo pálpito de quien se asoma a otro corazón por la mirilla de esa retina que refleja un porvenir compartido. Tal día como hoy, otro 3 de mayo, hace más de tres décadas, la marcha nupcial nos iluminó a mi compañera Ana y a mí en nuestros pasos camino de un altar en el que nos reafirmamos en la decisión de compartir un presente cargado de futuro. Apenas unos días después, ya en este fatídico escenario de 2020 en el que nos movemos, otros pasos iban a acercarse al mismo fin, los de nuestros hijos Alba y Fran. El virus, revoloteando al acecho, parece que va a impedir esa nueva celebración, pero solo será una meta volante en la que tomar fuerzas, una pausa ligera en la ascensión a la normalidad. En ellos dos me permito homenajear a todas las parejas que han tenido que posponer su enlace y que, como nosotros, como ellos, siguen creyendo en el amor. Sí. El objetivo sigue vivo. El amor no depende de confinamientos, de virus coronados, de obstáculos añadidos. El amor siempre triunfa, siempre está dispuesto a impulsarnos por encima de todo y de todos. Nosotros, ellos, todos, insisto, seguimos creyendo en el amor y apostando por su victoria. Desde ayer, si no se han torcido las previsiones, ya hay un cierto paso expedito para el reencuentro, para el paseo “conviviente”, para el deporte “unipersonal” que se une a la explosiva incursión de los chavales por las calles y plazas y de las mascotas de los últimos tiempos. El 3 de mayo parece ser una puerta abierta a esa normalidad que añoramos, si bien con las limitaciones sensatas que todos hemos de imponernos tanto por nosotros mismos como por el bien común. Brindemos, pues, por el próximo encuentro, por el cercano abrazo, por el ilusionado roce, por ese beso que los labios extrañan. Brindemos por ir reduciendo centímetro a centímetro ese distanciamiento a que ahora nos empuja el temor al contagio. Brindemos por volver a ser nosotros mismos. Brindemos por lo que ha de llegar y dejémonos acariciar por la brisa que mueve el amor. ¿Acaso no lo merecemos?

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