Seamos responsables

    21 may 2021 / 10:48 H.
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    En la noche del día 8 de mayo, durante una hora, estuvimos en el limbo y pasamos del estado de alarma al estado de caos sin solución de continuidad. Causa verdadera preocupación ver en la televisión las imágenes de los botellones que se celebraron en la mayoría de las ciudades españolas e incluso es de suponer que en otros pueblos y villas. Parece como si la pandemia no fuese con nosotros porque de pronto algunos tuvieron un ataque de demencia liberticida y se echaron a la calle a beber, bailar y celebrar el fin del ya largo, aunque necesario estado de alarma como si ellos les fuese un ardite. Y sin embargo están jugando con fuego porque el virus sigue ahí dispuesto a colarse en nuestras vidas y en las de nuestros allegados para hacer de ellas un infierno, porque no se puede describir con otro calificativo las consecuencias de contraer, sufrir y transmitir la enfermedad que nos aqueja. Después de tanto tiempo de restricciones no sería prudente señalar culpables de esta especie de locura colectiva pero sí sería muy necesario que aquellos que tienen la responsabilidad de gobernar buscasen soluciones coherentes y no hiciesen dejación de este deber de manera tan despreocupada, y que conste que este consejo de alguna manera es interesado porque estamos necesitando medidas de prevención que se cumplan de forma generalizada ya que nos estamos jugando la salud y la vida de todos, y además es un consejo gratis e incluso me atrevería a decir que piadoso para con el Gobierno, porque no sería descartable que de no seguirlo se derivasen consecuencias tipo 4M para un partido que hasta la llegada de la generación actual de políticos mediocres, ha gobernado repetidas veces con bastante buen criterio y resultados coherentes, y por tanto merece todos mis respetos.

    Las absurdas imágenes de esa noche puente entre la alarma y el caos además de indicar claramente que no hemos aprendido nada después de la muerte de más de cien mil personas, invitan a reflexionar sobre la situación en la que estamos, que no es nada halagüeña ni motivo de celebraciones. Digo esto con conocimiento de causa porque por desgracia yo también he pasado esa enfermedad y sigo dando gracias a los sanitarios porque ellos hicieron todo lo que les fue posible para curarme y salvarme la vida. No me extraña que todos ellos, que están en primera línea de riesgo, muestren su disconformidad con este tipo de actuaciones que es de esperar sean reconducidas por el sentido común de todos hasta que no tengamos una norma que nos obligue como antaño a tomar las precauciones necesarias para contener la expansión de la enfermedad que se está llevando por delante la vida de tantas personas, el trabajo de una parte importante de la sociedad y la economía de todos.

    Por tanto, es imprescindible extremar la prudencia porque es la única forma con la que los ciudadanos podemos contribuir a frenar esta sangría que nos está paralizando y sobre todo anestesiando mentalmente, porque no se encuentra otra explicación más lógica a esa forma tan irresponsable de celebrar el fin del estado de alarma, cuando todavía no se ha conseguido vacunar a una mayoría suficiente como para obtener la llamada inmunidad de rebaño, que sería un momento más adecuado para comenzar a relajar las medidas que aquel que han elegido de manera tan prematura y por qué no decirlo tan irresponsable. Convendría hacer saber a nuestros políticos ya estén en el gobierno o en la oposición, que los ciudadanos, aunque estamos saturados de restricciones e incluso algunos tengamos algún inicio de problemas mentales por decaimiento y fatiga pandémica, todavía valoramos la salud y la vida por encima de todo, y tendremos que soportar las medidas que se consideren imprescindibles hasta llegar a vencer al virus de forma colectiva, de tal modo que salir a la calle y compartir momentos y emociones sea algo seguro desde un punto de vista de salud. Una actuación positiva por parte de todos los partidos para legislar lo que sea necesario y normalizar las reglas de juego, la veríamos con agrado, la aceptaríamos sin reparo alguno y la soportaríamos con resignación, de tal modo que no tendríamos como objetivo concreto castigar a tal o cual partido cuando se celebren las próximas elecciones. En resumen, que no hay que hacer política, mejor dicho, mala política tomando como pretexto la sanidad y la lucha contra la pandemia.

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