Savater y las moscas

    16 may 2021 / 16:22 H.
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    No es Fernando Savater alguien que deje indiferente. Fue perseguido por el franquismo y por el terrorismo etarra. Sus ideas son ampliamente explicitadas en multitud de publicaciones. Ahora se ha encontrado de nuevo con el muro del sectarismo. Esta vez no lo han levantado los intolerantes del arma en ristre ni los añorantes de pasados esplendores sino los defensores de la libertad, los amantes de una arcadia nacida bajo los efluvios de la corrección política. Savater afirma en un reciente artículo que, muy a su pesar y no habiéndolo hecho nunca, esta vez no votaría a la izquierda en Madrid. Ni que decir tiene que ipso facto se levantaron voces, exabruptos, insultos y desprecios hacia su figura y sus palabras.

    Cambiar de opinión, afirma, es una opción descalificada en nuestra España. La ideología parece una losa anquilosada y anquilosante que impide cualquier evolución, cualquier modo de observar la realidad, la acción de los políticos y el desarrollo social. Sin embargo, la ideología debería parecerse a un ser vivo, a algo que es capaz de adaptarse, remodelar, sentir y aplaudir programas que aporten soluciones provengan de donde provengan y, siempre, bajo el amparo legal y constitucional. Estamos anclados en aquel catequístico “antes morir que pecar”. Mejor dejar la papeleta en casa que introducir en la urna aquella que, a pesar de no coincidir al cien por cien con nuestra idea primigenia pudiera aportar, en cierto momento, un atisbo de solución que no se ha producido.

    Para Savater hay personas que, incluso, no piensan mientras creen que siguen pensando igual que cuando tenían veinte años. Utiliza el símil de una idea que se nos mete entre neurona y neurona en los albores de nuestro conocimiento sociopolítico y que sigue zumbándonos dentro como una mosca que sigue batiendo sus alas una y otra vez. Pensamos que manejamos unas ideas, dice, pero solo es una mosca que zumba y zumba sin permitirnos avanzar. Gentes hay que se sumergen en el lodo ideológico y solo dejan fuera parte de la nariz para poder seguir respirando, pero sin dejar pasar a sus pulmones nada que moleste a su ideología sin importar los desmanes, dislates, errores o desaires cometidos. Todo es bienvenido si no proviene “de los otros”.

    Lástima que todas las opciones que intentan flotar entre los extremos parecen condenadas al fracaso. El llamado “centro” parece una utopía entre acusaciones de equidistancia mientras crece la desafección y los votantes se abrazan a la desconfianza o al aburrimiento tras observar la marcha de esos políticos nuestros que poco o nada aportan a los problemas que nos afectan como pueblo. Quizá también ellos solo son como el molesto zumbido de una mosca que no nos deja en paz.

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