Sanidad pública

10 abr 2019 / 09:07 H.

Después de haber estado 28 días ingresada en el Complejo Hospitalario, mi mujer ha vuelto a mi casa, a su casa. Un calvario para ella y para toda la familia. Cuando oigo decir que la sanidad española es de las mejores de Europa, me entran escalofríos al pensar cómo serán las peores. El nivel de la sanidad ha bajado considerablemente en los últimos años, al menos en Andalucía. Unos duros recortes presupuestarios que merman la calidad del servicio, especialmente por la falta de personal y la aglomeración de enfermos. Estas carencias las sufren todos los enfermos antes y después de necesitar ser ingresados. Hay casos que rayan en la vergüenza. A los políticos que gobernaron estos últimos años la Junta de Andalucía parece que no les importó demasiado. Es duro aceptar ver a enfermos que no pueden ser asistidos a tiempo por esas inconfesables listas de espera que han estado manipulando y ocultando, y si se piensa en la cantidad de millones que robaron, incluso pagando prostíbulos con el dinero de los andaluces, se te pone muy mal cuerpo. Pero hay que aguantar porque si por esta causa enfermas, aún es peor porque agravas el problema general. Al margen de estas desconsideradas limitaciones políticas, se viven desgraciadamente otras experiencias dolorosas en el Hospital. Una negligencia médica provocó que mi esposa, a las dos horas de haber sido dada de alta por vez primera, sufriera en mi casa una hipoglucemia y entró en coma. La doctora reconoció su error y pidió perdón. También una enfermera dejó de cumplir su tarea de vigilancia durante una mañana completa. Le costó disculparse aludiendo a la falta de personal. Todos cometemos errores, todos nos equivocamos y hay que saber comprender —aunque duele— y perdonar. La que no tiene disculpa es la auxiliar que comparó lo de cuidar enfermos con cuidar gallinas. “Si se muere una gallina, no pasa nada, pero aquí se muere un enfermo y todo son quejas”. Yo no estaba presente. Mejor para ella y para mí. Sólo le digo que lo piense bien y si le falta vocación, profesionalidad, dignidad y capacidad de sacrificio que se dedique a eso, a cuidar gallinas. Afortunadamente abundan los buenos ejemplos de ejemplares profesionales que saben la transcendencia de su trabajo. A todos ellos les envío mi agradecimiento más sincero. Sólo pido a Dios que mi mujer se cure bien. Y de paso que políticos como Susana Díaz no vuelvan a mandar en Andalucía.