San Antón, energía renovable

26 mar 2022 / 16:00 H.
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Tras un parón de casi 800 días, vuelve la San Antón a las calles de Jaén. Excepcionalmente este año no coincidirá con las lumbres que le dan su nombre, pero el fuego arderá, si cabe, con más intensidad teniendo en cuenta su misión mística de ahuyentar enfermedades y plagas. Atrás quedará como ceniza húmeda esa crisis sanitaria que ha puesto en jaque a toda una civilización, tan avanzada como para conquistar el planeta más grande, y tan débil como para encerrarse ante el enemigo más pequeño. Esas lumbres iluminarán una noche mágica, cuyo combustible serán los restos de poda procedentes del cultivo del olivar. En el pasado se quemaban los capachos de esparto que las almazaras dejaban inservibles tras prensar la aceituna y extraer el
aceite, formando un excelente combustible para las lumbres. Estas lumbres
tan arraigadas a nuestra tradición nos enseñan también qué es la energía
renovable como lección de vida y de máxima actualidad. Esa biomasa ha calentado durante siglos nuestros hogares, energía absolutamente respetuosa con
el medio ambiente e independiente a los intereses de oligarcas internacionales que hacen tambalear las economías
de los mercados llamados perfectos. Países enteros se paralizan al dictado de
los caprichosos ritmos que marcan los que se creen dueños del mundo por poseer combustibles fósiles y sus canales de distribución.

Estamos en guerra. Mientras algunas ciudades se les ataca con misiles supersónicos, nuestras economías son igualmente asaltadas en sus estructuras más débiles. Es otro tipo de batalla donde el enemigo ataca con la precisión de un misil. Esa vulnerabilidad la establece el sistema de fijación de precios de la energía que se basa en un modelo marginalista por el cual la electricidad más cara fija el precio del resto, teniendo en cuenta que toda ella es de la misma calidad. El gas natural fluctúa intimidado por las bombas y fija el precio de toda la electricidad que consumimos, provocando, como en todas las guerras, unos efectos colaterales que afectan a las economías más débiles. Ese gas
supone entre el 5% o 15% de nuestras necesidades. La solución parte de dos vías, o eliminar del sistema de fijación de precios esta fuente de energía cuya cotización es manipulada por el enemigo, o drásticamente disminuir el consumo de electricidad. Que el dolor se apacigüe con recursos públicos analgésicos no cura la enfermedad e incluso contagia de déficit y deuda afectando a los
órganos vitales objetivos del agresor.
El sector público debe canalizar una auténtica reestructuración de los recursos energéticos en el futuro. Los fondos europeos
habrán de destinarse a esas vacunas eficaces que generan electricidad con recursos endógenos y renovables. Somos el país con más horas de sol de Europa y debemos
apostar por la fotovoltaica, junto a la biomasa y la eólica evitando la dependencia energética de otros países y
contribuyendo de verdad a frenar el cambio climático.

Está a nuestro alcance desviar la dirección de los misiles, aparcar el coche, caminar, trotar, correr en nuestra noche de San Antón, y no equivocarnos sobre quién representa al muñeco de ropa vieja que en lo alto de un gran mástil debe arder, esta noche, en nuestra lumbre.

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